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Opinión

El alcalde Héctor y el maestro Eloy

El Purgatorio de @elcabritomayor

Tras los penosos y tristes desaguisados registrados en el Senado donde llovieron  “alitazos” y “noroñazos” y que, a la postre, continuaron en las redes sociales aderezados con las acusaciones de ambas partes, exhibición de mansiones “en terrenos comunales” y otras nimiedades de “Los Beverly Ricos del poder”, que evidencian la pobreza extrema en el ejercicio cavernícola de la política, ahora que arrancamos el mes, no es mi deseo ser pesimista, y ni hablar del tema del que todo mundo habló durante la semana anterior.

Mi deseo es ser más positivo sobre el tema de la política, y aunque en estos tiempos tan fragmentados es difícil, con mucho gusto he de reconocer que todavía hay seres comprometidos, sensibles y empáticos con el buen, decente y honrado ejercicio de la política. Por ello, hoy quiero hablar de un político de verdad: un hombre conciliador, diligente, astuto, humilde y aterrizado, de esos que verdaderamente necesitan nuestras sociedades y que sabiendo para qué sirve el poder que otorga el electorado, lo ha sabido ejercer con gran equilibrio y sin perder el piso, en beneficio de su comunidad.

Y me refiero a Héctor García García, alcalde de Ciudad Guadalupe, quien, además de ir cambiando poco a poco el rostro de su ciudad, esta semana ha dado muestra de su diligencia y grandeza política. Más allá del riesgo que implica contraponerse a los adversos intereses creados por el “toro de mil cabezas” de la tendenciosa opinión pública en torno a todo lo que tenga que ver con las corridas de toros, se la “jugó” de forma valiente, junto con su honorable Cabildo, para rendir en su amado terruño un emotivo, sincero y excepcional homenaje (que he de reconocer, provocó que se me asomaran las de cocodrilo) a un ser humano extraordinario, humilde como el que más y grande entre los grandes, que, luego de haber llegado a base de esfuerzo, disciplina, entrega, pasión, valor y dolor al límite de sus aspiraciones como profesional y como ser humano, ha conquistado —por el camino del bien— la cumbre de la vida y del toreo mundial: al orgullosamente guadalupense Eloy Américo Cavazos Ramírez.

Y es que, aunque méritos sobrados ha cosechado el maestro Eloy Cavazos para ser reconocido no solo por su trayectoria profesional —que le permitió colocar a Ciudad Guadalupe en el mapa de la historia del toreo mundial—, sino por el gran ser humano que es, dotado por el creador y por los golpes que da la vida, de un gran carisma, sensibilidad, humildad y calidad humana, su profesión como torero el día de hoy, ha sido violentamente vilipendiada al formar parte de una industria cultural que ha sido secuestrada por grupos políticos que han visto en ella un botín sumamente atractivo para obtener réditos electorales.

El hecho de que Ciudad Guadalupe, su alcalde Héctor y su honorable Cabildo se hayan “echado el trompo a la uña” al ir en contra de esa malintencionada tendencia política para reconocer abiertamente al maestro Cavazos, habla muy bien de sus valores, su sensibilidad y su humanismo, además de la gratitud de todo un pueblo trabajador, honrado y honesto hacia la figura de un hombre que es un ejemplo de vida para todos: taurinos y no taurinos, políticos auténticos y verdaderos y los otros, los oportunistas metidos en ese cuento.

Eloy Cavazos y Héctor García son un par de guadalupenses humildes y orgullosos de su tierra, de sus orígenes, de sus raíces. Han aprendido a “torear” al toro de la vida que les ha salido por destino en el toril: “al chungo”, al difícil, al peligroso, al traicionero, al bravucón. Y con harta sabiduría, inteligencia y valor —virtudes que te da la escuela del toreo y de la vida—, han salido triunfadores y con gran talante a mostrar ante los demás la grandeza en su respectivo quehacer, y el orgullo que sienten por su amada tierra.

Dicen que es de grandes reconocer a los grandes, y hoy, en esta columna, hemos de reconocer a dos grandes en su quehacer, que, aunque en su ejercicio son totalmente diferentes entre sí, son muy parecidos en la práctica de sus funciones: apasionados, entregados, libres, disciplinados, tenaces, honrados, honestos, sinceros, humanos, sensibles y plenos. Y no por nada, y a diferencia de quienes encabezan los escándalos y las notas periodísticas y de las redes sociales —que mencionaba el que esto escribe en las primeras líneas de esta columna—, a ellos sí los quiere su pueblo. 

¡Enhorabuena a ambos! Y ¡enhorabuena a Ciudad Guadalupe! por parir de sus entrañas a grandes hombres y mujeres que, como el alcalde Héctor y el maestro Eloy, son y han sido dos vivos ejemplos de vida, de honradez y honestidad para su orgullosa ciudad. 

Por hoy es todo. Medite lo que le platico, estimado lector, esperando que el de hoy sea un reflexivo inicio de semana. Por favor, cuídese y ame a los suyos. Me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco, con sus hermosas palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos Dios mediante aquí el próximo lunes.

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