Opinión

El arte de engañarse y ni siquiera notarlo

Sección Editorial

  • Por: Nora Lilia Zambrano
  • 07 Agosto 2025, 07:00

Lo que escondemos, no desaparece; sólo cambia de forma, y muchas veces vuelve como ansiedad, tristeza o impulsos inexplicables.

Estar en una conferencia de Giorgio Nardone es como entrar a una sala de espejos. Nada es exactamente lo que parece. Y lo más impactante, no es lo que los demás ocultan, sino lo que tú mismo haces para no ver lo que está frente a tus ojos. Sí, el gran arte del autoengaño.

Nardone no lo dice para acusar, lo dice con una sonrisa sincera, como quien ya entendió que mentirse a uno mismo, es parte del ser humano, y que lo hacemos todo el tiempo... con absoluta naturalidad.

“Nos mentimos sin saber que lo hacemos. Lo peor no es engañar a otros, sino vivir en una historia inventada por nosotros mismos… creyéndola verdadera”.

En su libro El arte de mentirse a si mismo y de mentir a los demás, Nardone lanza una idea provocadora: “Lo que percibes, no es la realidad, es tu versión de ella”. Y eso, aunque incomoda, es cierto. Vemos el mundo no como es, sino como creemos que es. Filtrado por nuestras experiencias, miedos, creencias y deseos.

El autoengaño se instala allí: cuando interpretamos los hechos con lentes borrosos, pero juramos que estamos viendo con claridad. Cuando decimos: “Esto no me afecta” mientras tragamos lágrimas. O cuando aseguramos que todo está bajo control… cuando en el fondo sabemos que no lo está.

Una de las reflexiones más profundas es que nunca sentimos una sola emoción. Hay mezcla, contradicción, confusión. Amamos y odiamos al mismo tiempo. Sentimos alegría y culpa en la misma respiración. Queremos avanzar, pero algo dentro nos jala hacia atrás.

¿Y qué hacemos? Elegimos la emoción más “aceptable” y reprimimos las demás. Nos decimos que “todo está bien”, que “ya superamos eso”, o que “no tiene importancia”. 

Pero lo que se esconde, no desaparece. Sólo cambia de forma… y muchas veces vuelve como ansiedad, tristeza o impulsos inexplicables.

Otra de sus frases brillantes fue: “Creer que controlamos lo que pensamos y sentimos es la mentira más peligrosa”.

¿Cuántas veces crees tener el control? Te haces un plan, trazas una meta, te prometes no volver a caer en el mismo error. Pero, ¿y luego qué pasa? Caemos. Repetimos. Nos saboteamos. Porque una parte de nosotros sigue operando desde el autoengaño, desde un rincón ciego que no estamos mirando.

El control cognitivo —esa idea de que todo se puede dominar con razón— es una ilusión reconfortante… pero falsa. Nardone propone que la mente es mucho más compleja, más emocional que lógica. Y si no lo aceptamos, estamos condenados a tropezar con las mismas piedras, aunque las pintemos de otro color.

¿Y lo más curioso? Que muchas veces actuamos sabiendo que algo no está bien, pero lo hacemos igual. Y luego justificamos, racionalizamos, maquillamos el acto. Nos decimos: “Yo no soy así”, “no fue para tanto”, “lo hice por su bien”. Y sin notarlo, nos vamos alejando cada vez más de nuestra verdad.

Pero no se trata de culparse, sino de reconocer que todos nos mentimos, y que sólo cuando lo aceptamos podemos empezar a ver con mayor claridad. Así que el reto no es dejar de mentirte. Es darte cuenta cuando lo haces. 

Empezar a cuestionarte suavemente. Mirarte de frente. Y tal vez, con el tiempo, recuperar partes tuyas, que se habían quedado atrapadas entre verdades a medias.

Compartir en: