Esta narrativa que se construye debiera estar llena de elogios, toda vez que, después de las “vacaciones grandes”, alumnos y maestros gozaron de un relajamiento psicoemocional. Sin embargo, al menos en nuestra metrópoli, las cosas no suceden así. Monterrey y su área metropolitana están en una etapa de crisis ambiental, de transporte, movilidad, espacio urbano y, además, llenas de conflictos familiares que, en muchos casos, desembocan en situaciones con resultados fatales.
Los docentes abren, un ciclo lectivo más, sus brazos a todos sus estudiantes para conducirlos al éxito; eso, hasta donde los padres de familia lo permitan. ¿Qué? Es correcto: hasta donde ellos accedan “y no se ofendan”. Seguro es que ya se está estandarizando el uso de los planteles de educación básica como “guarderías”, porque ambos padres trabajan y se preguntan, con cierta desesperación: ¿qué haremos con los niños? Incluso, hablando con propiedad, ya los abuelos (y hasta los tíos) es común verlos en las escuelas haciendo las veces de padres biológicos. Y, muy frecuentemente, siendo muy intensos en sus exigencias. ¡Tan bellos ellos!
Muchos colectivos docentes citarán a los “papis” a la junta de inicio de cursos para tomar acuerdos conjuntos en pro del proceso enseñanza-aprendizaje; su asistencia oscilará en un sesenta por ciento, máximo. Esto será un referente para visualizar la situación familiar de cada uno de ellos. Los docentes poseen un sexto sentido para ello. De entrada, ya no empezamos tan bien.
La enorme “crisis” se observará el primer día de clases. La levantada será, cuando menos, a las 4 de la madrugada. Hay que revisar desde el domingo el nivel de gasolina y el aire de las llantas del auto. Las excusas para llegar tarde o no asistir, como por ejemplo “se me ponchó la llanta”, ya no aplican; mucho menos “se murió mi abuelita”. Las circunstancias de vida actuales nos han robado horas de paz y sueño. Las peleas en las calles y avenidas de automovilistas, así como los choquecitos, serán una constante. Hay que ganarle tiempo al tiempo. Toda carga de la prueba es del ciudadano de a pie.
Ahora bien, ¿las escuelas ya están listas para recibir a más de un millón de alumnos de educación básica? Es todo un tema. La responsabilidad es de los tres niveles de gobierno. Los municipios deberán de hacer lo conducente también. Salvo ligeras excepciones, los planteles carecen de un mantenimiento adecuado; el mobiliario es obsoleto e insuficiente. Eso, sin mencionar la escasez de escuelas en la periferia metropolitana. ¿Material de aseo? Ahí se los encargo. En nuestro país, esta actividad de proveeduría está a cargo de los padres de familia. Ya veremos el sinfín de quejas en este sentido.
Las autoridades alientan el uso del “Uber familiar”, y, para decir verdad, la idea no es tan mala como llegara a parecer; solo que ellos no hacen nada por mejorar las condiciones de las calles y avenidas. No se tratan de que las amplíen —porque el espacio ya no da para más, lo que exige el contribuyente es que el asfalto, cuando haya, esté en buenas condiciones para circular lo más ágil posible. ¡Ah!, y sumen las boyas o bordos: desquician más al conductor. Basta de bacheos.
El anterior desquicio inicia desde este viernes, además día de pago. La mayoría de los mexicanos, culturalmente hablando, dejamos las cosas hasta el último. Ya veremos el caos de tráfico derivado de las compras escolares (y de víveres) de pánico de última hora. Tener los útiles de la escuela a tiempo es “el coco” del grosor de la población regiomontana. Urge fomentar la cultura de la prevención.
Organizar el inicio de labores docentes y académicas en las escuelas resulta una actividad tradicional y relativamente fácil para los directivos y maestros. Ello será exitoso, sí y solo si se cuentan con los elementos necesarios para tal propósito. Aquí está el meollo del asunto: contar con todos los elementos materiales y humanos con tiempo dado que la planeación en este renglón ha sido deficiente hasta hoy. No obstante, por esfuerzo profesional docente, no se quedará.
El primero de septiembre por la noche será el comentario obligado en la cena familiar: ¿Cómo te fue en la escuela? ¿Llegaste a tiempo? ¿Qué comiste? ¿Faltó a clases algún maestro? Las respuestas serán dignas de análisis concienzudo para aplicar medidas de solución a futuro.
La verdad como es, se tenía que decir y se dijo. Hasta la próxima.
PD: ¡Feliz regreso a clases!
