Recuerdo que comencé a ver partidos de la NBA allá por los 80, en pleno clímax de la rivalidad Bird-Magic.
Era una época espectacular en que las súper estrellas de Celtics y Lakers, respectivamente, brillaban junto a otro selecto, pero numeroso grupo de basquetbolistas.
Fueron tiempos espectaculares en los que de pronto aparecieron los ‘chicos malos’ de Detroit: Rodman, Dumars, Isiah Thomas y compañía, para en base a un juego muy físico apropiarse de la Liga.
Y de pronto llegó ‘Su Majestad’, Michael Jordan, quien junto a su fiel escudero, Scottie Pippen, vencieron a cuanto astro se les cruzó. Barkley, Drexler, Stockton, Malone, Ewing, Miller, Kemp y Payton, entre muchos otros, caían rendidos ante la magia de los Bulls, y sólo la ausencia del ‘23’ por par de años le dio la chance de ganar a los Rockets de Olajuwon.
O’Neal y Kobe refrescaron en gran manera la liga, pero caerían en una increíble Final ante los Wallace, Ben y Rasheed, además de Billups y Campbel, frustrando así los planes del dúo dinámico de los Lakers, que además se habían visto reforzados por Malone y Payton, que buscaban retirarse con un anillo de Campeón… lo cual no lograron.
Pero a mediados de la década pasada hicieron su arribo Lebron en Cavs y Curry en Warriors, cambiando sobretodo el segundo en mencionar la forma de jugar el deporte ráfaga, volviéndolo hasta cierto grado poco atractivo.
Pero hoy un equipo ha surgido como el mejor de la liga, Oklahoma. El MVP, Shai Gilgeous-Alexander, es el líder, pero destaco el juego físico de Jalen Williams y Cason Wallace, el aporte desde la banca de Alex Caruso, sin dejar de lado el atrevimiento de Mark Daigneaul, uno de los entrenadores en jefe más jóvenes en la historia de la liga.
Thunder está en la Final, y espera al ganador de la serie entre Pacers y Knicks, pero desde hoy les digo: sea cual sea el rival, Oklahoma será Campeón en cinco o seis partidos.
¡Aunque arda!
