Opinión

El Team Infierno y el corcholatómetro

Sección Editorial

  • Por: Carlos Arredondo
  • 22 Agosto 2023, 01:54

Dos décadas después del primer “reality show” realizado en México, la empresa Televisa se las arregló para revivir este formato caído en desuso luego de ser explotado hasta el hartazgo en los primeros años del siglo. Ante el éxito alcanzado, los productores prepararon a velocidad warp el alargue del culebrón… “el after” le bautizaron y se estrenó el domingo anterior.

La forma en la cual millones de personas se engancharon con la emisión de La Casa de los Famosos obliga a recordar la tristemente célebre frase de Emilio Azcárraga Milmo, pronunciada durante una entrevista concedida al periódico El Nacional:

“México es un país de una clase modesta muy jodida… que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil. La clase media, la media baja, la media alta. Los ricos como yo no somos clientes, porque los ricos no compramos ni madres”, dijo el extinto empresario.

Varios años después de publicarse la entrevista, el hoy presidente del Sistema Público de Radiodifusión Mexicano, Jenaro Villamil, habría de comentar, en un texto de su autoría publicado en la revista Proceso: “Para Azcárraga Milmo, como para su padre Emilio Azcárraga Vidaurreta, y para su hijo Azcárraga Jean, la televisión simplemente es un gran negocio: venderle espectáculo a los pobres y, a cambio, garantizarle al sistema la sumisión de los ‘jodidos’ y el control político vía la información teledirigida”.

Las vueltas de la vida: los más felices con el éxito del reality de moda son justamente quienes hoy pueblan la nómina pública e integran la transformación de cuarta. El apotegma de Azcárraga Milmo, cristalizado en la creación de la Casa de los Famosos, les ha venido “como anillo al dedo”.

La distracción generada por la posibilidad de dar rienda suelta a nuestro voyeurismo congénito, así como de fantasear con la idea de saltar a la fama sin importar cuál sea la historia individual se convirtió, por 10 semanas, en el narcótico de una comunidad para la cual “lo importante” transcurría en un set de televisión en el cual se recreaba una dinámica de vida absolutamente ajena a la realidad cotidiana de sus espectadores : una vida desconectada del Internet y las redes sociales.

El desenlace del culebrón, por otro lado, no pudo ser mejor: gracias a él hemos dado con la fórmula perfecta para erradicar de un golpe la vocación discriminatoria de nuestra sociedad. ¡Los realities son la solución! ¡Se acabó la homofobia y sus derivados!

La burbuja anímica creada por esta producción ha contribuido a mitigar el impacto de la realidad “real”, esa cuyas reverberaciones sí nos afectan y en la cual las “nominaciones” y “salvamentos” no son hechos anecdóticos sino puntos de quiebre en la vida de personas de carne y hueso.

Gracias a la borrachera provocada por el ejercicio televisivo, el corcholatómetro morenista ha discurrido sin mayor tropiezo, sin necesidad alguna para sus protagonistas de voltear a ver siquiera el continuo desangramiento de las comunidades del país donde todos los días se secuestran, se desaparecen, se asesinan y se desmembran personas.

El enganche anímico anestesia la razón –no por completo, pero sí de forma suficiente– frente a casos como el de Lagos de Moreno, en Jalisco, uno de los episodios más perturbadores de cuantos hemos tenido la desgracia de conocer en esta guerra interminable para la cual ya no hay victoria posible.

La euforia por el triunfo rutilante de Wendy y su Team Infierno da incluso para ignorar descaradamente los hechos y hacer chistes macabros en la misa tempranera para luego intentar limpiar el escupitajo en la frente de las víctimas alegando sordera selectiva…

Hacía mucho no teníamos una borrachera así… se trata, a no dudarlo, de una parranda digna de un after.

@sibaja3

Compartir en: