Se ha cumplido ya el primer año de la gestión de la primera PresidentA —con “A” de laR República Mexicana—, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo. Ella dijo en su informe y en las portadas de muchos diarios nacionales: “Vamos bien y vamos a ir mejor”.
En estos primeros 365 días, su aceptación y popularidad al interior se mantienen altas. Desde la óptica del extranjero, su posicionamiento como mandataria ha sido reconocido: se le ve como una líder que está haciendo bien su trabajo. Hay varios indicadores en positivo, a pesar de que los adversarios y miembros de otras corrientes de pensamiento no admiten lo bueno y son muy fatalistas para algunos pronósticos que, hasta la fecha, no se han cumplido.
Otras propuestas, como la reforma judicial, están proyectando lo que en realidad son —producto de caprichos y venganzas— de aquel que se fue sin haberse ido.
Decir que ha pasado un año implica que es tiempo de que haya cambios y los compromisos del pasado vencen o se acaban. Es hora de que la señora pronuncie el mensaje que México entero espera, fuerte y claro, desde Palacio Nacional y con la fuerza para que se entienda en todos los rincones de nuestro querido país: cada quien debe hacerse responsable de sus actos, independientemente de quién se trate o de qué movimiento político provenga.
Sus acciones, sus obligaciones fiscales, sus relaciones personales y profesionales, sus negocios o responsabilidades derivadas de su actividad política o personal son y serán responsabilidad de cada individuo. Desde Palacio Nacional no se estará cuidando a nadie que tenga señalamientos o acusaciones con sustento.
Tampoco participaremos en posicionamientos respecto de posibles responsabilidades, ya que respetaremos el debido proceso. Ni defenderemos ni acusaremos a nadie; para defender o acusar están las defensorías públicas y, para acusar, las fiscalías. No responderemos con opinión a ningún cuestionamiento de medios informativos, ya que nuestros dichos podrían ser utilizados indebidamente en procesos de investigación o judiciales.
Cada quien debe cargar su morral. Y si hay que felicitarlos por sus buenas acciones, con muchísimo gusto, desde la Presidencia se hará. En caso contrario, las autoridades responsables, en estricto cumplimiento de sus atribuciones, procederán en consecuencia.
Esta Presidencia es solo la cabeza del Poder Ejecutivo. La investigación le corresponde al Ministerio Público y los juicios, al poder judicial.
La PresidentA tiene mucho que hacer para fortalecer la economía: desde preparar a los más capaces para la negociación del tratado, incrementar la producción y generar los ingresos que requiere el gobierno federal —de la mano de los empresarios y de todo el sector productivo—, hasta impulsar el campo y fortalecer la suficiencia alimentaria.
Los mexicanos, en especial los menos favorecidos, no pueden darse el lujo de comer frutas y verduras importadas a los precios de los centros comerciales cuyos nombres se escriben en inglés, o de otros muy mexicanos pero igual de caros.
El compromiso de fortalecer la economía de los que menos tienen debe estar presente. Hay que echarle una buena mano al campo, fomentar acuerdos más justos y equitativos entre quienes controlan las cadenas de distribución y los poseedores —y trabajadores— de la tierra.
Aquí se requiere una asociación de capital, trabajo y tierras, entre otras cosas más importantes que debe atender nuestra mandataria.
Sin ninguna duda, debe dar las órdenes y ratificarlas todos los días para que las acciones del gobierno federal, en busca de la paz y la seguridad, se cumplan; especialmente es aquellos estados donde impera e imponen condiciones los cobradores de piso y extorsionadores, malandrines al fin de cuentas.
Entre otros temas también prioritarios.
Para mejor entendimiento la línea directa —o teléfono rojo— con la finca de Tabasco debe cortarse, por salud de todos.
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Fb. Luis Gerardo Treviño García
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