Opinión

Es preciso recordar que somos humanos

Sección Editorial

  • Por: Luis Padua Viñals
  • 06 Agosto 2025, 01:58

En estos tiempos de profundo divisionismo político y social, de discursos de odio y fabricación de “enemigos”, me parece que es momento de volver a escuchar palabras sabias y leer autores sabios.

A esos grandes pensadores que nos reconectan con la ética y la espiritualidad, que despiertan en nosotros el amor al prójimo —y no el rechazo ni la visión maniquea de un “otro” maligno—, que nos devuelven la confianza en las virtudes y capacidades que posee el ser humano, que poseemos todos por simple naturaleza humana, para organizarnos, respetarnos y ayudarnos, y crear condiciones para vivir en armonía y con justicia.

He escuchado decir a muchos —y con demasiada frecuencia— que “vivimos tiempos oscuros” hoy en día, y se refieren a todo lo “malo” que se escucha: desde las guerras como la de Gaza y Ucrania, los operativos insensibles de ICE en Estados Unidos, el discurso populista y abusivo de un Donald Trump, hasta los abominables crímenes y/o casos de corrupción en México.

En un momento en que es fácil odiar, sentir un profundo rechazo hacia uno u otro grupo; donde vuelve el racismo y la intolerancia, y hasta se reportan casos como el de un rabino en Israel que habla de que “niños palestinos merecen morir de hambre”, es verdaderamente necesario recuperar la cordura y la sensatez.

Habiendo tantas acciones nobles de los mismos humanos, tantos textos sagrados a lo largo de las civilizaciones, tantas personas haciendo activismo y creando conciencia por el cuidado del planeta, por el respeto a la naturaleza, por el cuidado de los animales, de los árboles… ¿cómo es que nos ha atrapado esta película de buenos y malos, de izquierdas y derechas, de OTAN y ‘BRICS’, de ‘ciudadanos’ versus migrantes, de israelíes y palestinos? ¿Quién —y por qué— quiere que nos enrollemos en una bandera y nos tiremos, y que odiemos a ese rival, o vayamos a apedrear, pintarrajear o destruir los inmuebles “enemigos”?

Fue en estas tribulaciones que recordé a un pensador del que particularmente tengo afecto y he leído con interés, y que —a mi parecer y el de muchos— califica en este concepto de un “hombre sabio”: el filósofo Ibn Arabi, originario de lo que hoy es Murcia, España, y que escribió, a inicios del siglo XII, gigantescos textos sobre la humanidad y su camino, en medio del florecimiento de una de las civilizaciones más fascinantes y que más han aportado a la matemática y la medicina moderna: la del califato de Córdoba.

Para Ibn Arabi, el ser humano es lo más maravilloso que existe en este planeta, pues posee las mayores capacidades posibles frente a cualquier especie.

En estos tiempos actuales, pareciera que pensamos justamente lo contrario: vemos al ser humano como un predador del planeta, egoísta y fácilmente corrompible, atado al materialismo y los placeres mundanos;. Y habrá que ver qué tanto, al mirarnos a nosotros mismos en esta forma negativa, terminamos proyectándonos así y actuando en consecuencia; quizá porque no vemos —diría Ibn Arabi— lo que verdaderamente somos y de lo que somos capaces. 

Este autor, por supuesto religioso, escribe en su libro La gobernanza divina del reino humano que el ser humano es un “vicerregente de Dios en el planeta”; adaptado a conceptos actuales, podríamos decir que lo llama como un ‘CEO’, un Chief Executive Officer enviado por la Divinidad para guiar y ordenar al mundo y a todos sus seres vivos, y procurar la armonía de un planeta donde ninguna otra especie tiene tales dones: inteligencia, conciencia, poder de discernimiento, capacidad para estudiar y comprender, construir espacios habitables e incluso capacidad de desarrollar una espiritualidad avanzada.

Dice Ibn Arabi que “la creación entera, en toda su perfección, está manifestada en el ser humano”, con grandes atributos de “poder y de gracia”, pues a los humanos “se nos dio una generosidad inmensa de la que podemos disponer libremente”.

Agrega este autor, identificado con el camino místico llamado sufismo, que “a nosotros [Dios] nos hizo capaces de alimentar a los demás [demás especies y seres humanos], aún más que a los árboles que dan frutos”, cosa en la que, evidentemente, superamos a cualquier otro ser viviente en la Tierra.

“La sabiduría divina, colocada en abundancia en el ser humano, conduce a la humanidad por la senda a la que está destinado… Y en esto somos superiores al resto de la creación, pues nos bendice la belleza de Dios, su sabiduría y sus secretos”.

Al leer uno eso no puede más que pensar: Y nosotros, estos seres distinguidos con una mente prodigiosa, capacidades sorprendentes y habilidades para hacer de este mundo un gran lugar para todos, ¿por qué no estamos organizándonos justamente para eso, para hacer que todo esto funcione, en vez de para cualquier otra cosa? 

Para lograr que todos los humanos puedan tener un sustento y una vida digna, vivir en paz y con justicia, y que estén ordenados y armónicos los mundos vegetal y animal.

Quizá deberíamos leer más a estos místicos del siglo XII, y tantos y tantos grandes textos más que nos recuerdan nuestras verdaderas capacidades como humanos.

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