El fin de semana anterior, un poblado cercano a nuestra querida comunidad de San Antonio, Texas, fue impactado por un fenómeno hidrometeorológico de grandes dimensiones. En las afueras de la localidad de Kerrville, a unos 104 kilómetros al noroccidente de San Antonio —por donde pasa el río Guadalupe—, cayó tanta agua que el río se desbordó. Como consecuencia, se reporta un saldo de 100 personas muertas y un número impreciso de desaparecidas. Entre ellas, se busca a muchos menores de edad que habían acudido a campamentos de verano organizados por grupos de jóvenes que se reúnen en asociaciones de carácter juvenil y religioso.
Hay diversas versiones de los hechos y de lo atípico del fenómeno. La enorme cantidad de lluvia que cayó en poco tiempo sobre un área relativamente pequeña produjo las consecuencias de las que hoy hablamos. Joe Herring Jr., alcalde de Kerrville, dijo en entrevista con Pamela Brown, de CNN, que “no recibió ninguna advertencia sobre las lluvias torrenciales que causaron las inundaciones catastróficas en la ciudad”. Algunos sostienen otras narrativas, señalando que, al reducir el presupuesto, el gobierno federal eliminó personal que se dedica a prever el estado del clima y otras actividades que le sirven a la población. Se argumenta que esta es la causa de que no se enteraran a tiempo. Como todo, si se politiza o partidiza, se aprovecha el caso para las pugnas entre políticos. Cualquier parecido con los de acá será parte de la naturaleza humana, o no sé a qué atribuir ese comportamiento.
También circulan en redes sociales mensajes que afirman que un funcionario de la autoridad del gobierno de Texas dijo que, si el Creador fuera migrante, le aplicarían las mismas medidas que a los migrantes cuya situación es irregular, es decir, lo expulsarían. Se dice que eso provocó la reacción del que manda sobre la naturaleza. Lo cierto es que este tipo de fenómenos se pueden comprender más si se consideran los efectos del cambio climático, que cada día nos presenta eventos diferentes: desde sequias severas hasta lluvia abundante que, como en este caso, causan efectos devastadores. Y, obvio, lo que más duele son las personas que pierden la vida y la incertidumbre sobre los desaparecidos.
Debemos poner más atención en el conocimiento científico que en los chismes y suposiciones, respetando las creencias de cada quien. Luego pensamos que, en el país donde se tienen tantos adelantos científicos y tecnológicos, este tipo de eventos se pueden prevenir. Sin embargo, la prevención nomás no jaló, con los resultados antes comentados.
Al respecto, en el año 2024, el 20 de junio para ser más precisos, Nuevo León fue visitado por la tormenta tropical “Alberto”. Por aquellos días, la gente que especula y critica todo tipo de cosas opinaba respecto de la sugerencia imperativa de nuestro gobernador de paralizar la actividad económica y productiva, al suspender las escuelas y el trabajo, salvo para actividades vitales como las de médicos, enfermeras y otros servicios vitales. Sí, tuvo un montón de críticas, pero al ver lo que pasó en Texas y lo que nos dejó “Alberto”, la mayor parte del balance fueron cosas buenas: se llenaron nuestras presas, los cerros reverdecieron y se aplacaron los polvos que ya nos traían muy maltratados, entre otras cosas que resultaron favorables para nuestra gente. Gracias a ello, incluso se ha podido compartir el vital líquido con Tamaulipas y cumplir con los acuerdos de agua asignados por el Estado o de los que se forma parte por decretos de hace mucho tiempo.
Las comparaciones son odiosas, y más cuando hablamos de tragedias. Quizás ahora a quien critiquen sea a quien escribe esta opinión. Me tildarán de porrista o de que me conviene engrandecer las acciones del titular del Ejecutivo. Pero, pasado un año desde “Alberto” y viendo lo que acaba de pasar a nuestros vecinos del sur de los EUA, debo reconocer y aplaudir que lo que se ordenó en ese momento fue lo correcto. Ese tipo de decisiones hacen la diferencia entre la vida y la muerte.
Ya quisieran los güeros que su gobernador hubiera cancelado los eventos cercanos a los ríos, y así no estar contando tragedias como sucede todos estos días. Además, se ha enviado a nuestros elementos de Protección Civil y rescatistas. México y Nuevo León siempre seremos solidarios y estaremos dispuestos a apoyar, como también ocurrió durante los incendios de Los Ángeles, a pesar de los malos tratos que han recibido nuestros hermanos migrantes. Ellos contribuyen a que la economía de los EUA sea fuerte con su trabajo en distintas actividades donde se contrata a los hispanos y mexicanos.
En resumen, bien por Nuevo León, que va y apoya. El resultado que dio Samuel Garcia a sus gobernados fue mejor al que tuvo su similar de la parte de México que ahora tiene el estado de Texas, en la unión americana.
