Opinión

La difícil permanencia

Sección Editorial

  • Por: Roberto Navarro
  • 25 Abril 2024, 03:21

Es un gran reto mantenerse vigente durante años en esta industria.
 
Desde que empecé con este espacio, muchas veces me ha cruzado por la mente la reflexión sobre aquellos lugares que antaño eran considerados los imperdibles. El reto de mantenerlos vigentes debe ser titánico y no se lo envidiaría a nadie.

Justo hace unas semanas, vi en redes que uno de los emblemáticos restaurantes de mi ciudad natal Saltillo, desaparecía, o al menos terminaba de perder lo poco que le quedaba del restaurante original, su nombre.

La reflexión se me vino a la mente tras visitar la playa sinaloense de la reciente polémica musical: Mazatlán.

Aunque tengo pocos recuerdos, debí haber visitado Mazatlán de niño. Mis recuerdos más claros de este destino turístico son ya de mis años de adolescente, por ahí de los años cuando Baggio falló el penal.

En aquellos tiempos, el turismo extranjero formaba gran parte de los visitantes, había hoteles que recién habían sido inaugurados por el saliente presidente y que eran los destinos más cotizados en la ciudad.

Recuerdo que mi papá nos hablaba con emoción de los restaurantes del hotel nombrado en honor a Rodrigo Díaz de Vivar. Había, según nos contaba, un italiano y un steakhouse espectaculares.  Yo también recuerdo haber comido creativos platillos en su restaurante mexicano, y varias buenas comidas en el recién estrenado lugar de mariscos.

Mi última visita a ese hotel había sido a principios del siglo, en esta ocasión, una rifa nos llevó de regreso. El lugar estaba lleno, a pesar de no ser temporada alta, pero los extranjeros eran pocos. En lugar de los aires de exclusividad que se respiraban antes, ahora la operación parecía estar diseñada para el turismo masivo.

Hay que decir las cosas como son, el cambio en el enfoque no quiere decir que estén haciendo las cosas mal, desde la recepción, le dejan bien claro a uno que trabajan con estándares internacionales de limpieza y seguridad alimenticia, y el trato del personal no tiene ningún reproche.

Algunas políticas sí me parecen pésimas, como las del uso del Internet, pero eso lo he visto también en otras cadenas y destinos de nuestro país. También me deja perplejo el programa de “todo incluido” que en realidad no incluye muchas cosas.

Al menos la comida cumplió, probé un puerco con salsa teriyaki de una suavidad increíble, entre otros muy buenos bocados. Más bien la decepción me vino por la nostalgia de lo que alguna vez fue, de ver los espacios de algunos recuerdos transformados en salones o en un masivo y austero comedor.

Pienso en lo que pensaría mi papá si lo viera hoy tan transformado, pero al final del día, hay que pagar la renta.

Compartir en: