pluma_1x1_4ff1545c4c
Opinión

La justicia es una virtud que actúa tanto en lo grande como en lo pequeño

Siguiendo al Papa

El Papa Francisco: La justicia es una virtud que actúa tanto en lo grande como en lo pequeño: No sólo concierne a las salas de los tribunales, sino también a la ética que caracteriza nuestra vida cotidiana. La persona justa es recta, sencilla y directa, no usa máscaras, se presenta tal como es, dice la verdad. Del 29 de marzo al 4 de abril, 2024.
 
Audiencia general. Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua, buenos días! Llegamos hoy a la segunda de las virtudes cardinales: la justicia. Es la virtud social por excelencia. El Catecismo de la Iglesia Católica la define así: «La virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido» (n. 1807).

A menudo, se cita también el lema que la representa: “A cada uno lo suyo”. Es la virtud del derecho, que trata de regular las relaciones entre las personas con equidad. Está representada alegóricamente por la balanza, porque su objetivo es “igualar las cuentas” entre los hombres. Su finalidad es que en una sociedad cada uno sea tratado según su dignidad.

Pero los antiguos maestros ya enseñaban que esto requiere también otras actitudes virtuosas, como la benevolencia, el respeto, la gratitud, la afabilidad, la honestidad: Virtudes que contribuyen a la buena convivencia entre las personas.

Todos comprendemos que la justicia es fundamental para la convivencia pacífica en la sociedad: Un mundo sin leyes que respeten los derechos sería un mundo en el que es imposible vivir, se parecería a una jungla. Sin justicia no hay paz. Sin justicia no hay paz.

Sin justicia, se ratifica la ley del fuerte sobre los débiles, y eso no es justo. Pero la justicia es una virtud que actúa tanto en lo grande como en lo pequeño: No sólo concierne a las salas de los tribunales, sino también a la ética que caracteriza nuestra vida cotidiana.

Establece relaciones sinceras con los demás: Cumple el precepto del Evangelio según el cual el hablar cristiano debe ser: «“Sí, sí”, “No, no”; Todo lo que se dice de más, procede del Maligno.» (Mt 5,37).

Las medias verdades, los discursos sutiles que buscan engañar al prójimo, las reticencias que ocultan las verdaderas intenciones, no son actitudes acordes con la justicia. En sus labios se encuentra a menudo la palabra “gracias”: Estamos siempre en deuda con nuestro prójimo. Si amamos es también porque hemos sido amados primero.

En la tradición se pueden encontrar innumerables descripciones de la persona justa. Veamos algunas de ellas. La persona justa venera las leyes y las respeta, sabiendo que son una barrera que protege a los indefensos de la arrogancia de los poderosos. La persona justa no sólo se preocupa por su bienestar individual, sino que quiere el bien de toda la sociedad.

Por eso, no cede a la tentación de pensar sólo en sí mismo y de ocuparse de sus propios asuntos, por legítimos que sean, como si fueran lo único que existe en el mundo. La virtud de la justicia evidencia -y pone la exigencia en el corazón- que no puede haber verdadero bien para mí si no hay también el bien de todos.
Por eso, la persona justa vigila su propio comportamiento para que no perjudique a los demás: Si comete un error, pide perdón. La persona justa siempre pide disculpas. Aborrece el favoritismo y no comercia con favores. Ama la responsabilidad y es ejemplar viviendo y promoviendo la legalidad.

Además, el justo rehúye comportamientos nocivos como la calumnia, el falso testimonio, el fraude, la usura, la burla, la deshonestidad. El justo mantiene la palabra dada, devuelve lo que ha recibido prestado, reconoce un salario justo a los trabajadores. Nadie sabe si en nuestro mundo las personas justas son numerosas o escasas como perlas preciosas.

Sin embargo, son personas que atraen gracia y bendiciones tanto sobre sí mismas como sobre el mundo en el que viven. Los justos no son moralistas que se erigen en censores, sino personas rectas que “tienen hambre y sed de justicia” (Mt 5,6), soñadores que custodian en su corazón el deseo de una fraternidad universal.

Y de este sueño, especialmente hoy en día, todos tenemos una gran necesidad. Necesitamos ser hombres y mujeres justos, y esto nos hará felices.

más del autor

La humildad es la puerta de entrada de todas las virtudes.

El Papa Francisco: La humildad es la puerta de entrada de todas las virtudes....

La fe es la virtud que hace al cristiano. Ser cristiano es acoger y custodiar, un vínculo con Dios: Dios y yo; mi persona y el rostro amable de Jesús.

El Papa Francisco: La fe es la virtud que hace al cristiano. Ser cristiano es...

Pidamos al Espíritu Santo que nos conceda la gracia de creer, esperar y amar a imitación del Corazón de Cristo

El Papa Francisco: Pidamos al Espíritu Santo que nos conceda la gracia de...

últimas opiniones

Una muerte real que parece de novela, Tercera parte

“Loeweinstein tampoco mostraba moderación en la compra de residencias; en...

Los últimos trancazos

Agárrese porque hoy será viernes de “trancazos”, estimado lector… De...

La humildad es la puerta de entrada de todas las virtudes.

El Papa Francisco: La humildad es la puerta de entrada de todas las virtudes....

En las estrellas

Llegó la guía Michelin a México y claro, a Monterrey.
 
Esta...

×