El país vive una sequía extrema inédita para la historia presente. Al menos la mitad del territorio se encuentra en un grado de sequía, lo mismo en el norte que centro o sur del país. Todo indica que el cambio climático está afectando a México en forma extrema.
Los datos oficiales establecen que en el país existen 210 presas, evidentemente existen algunas presas, represas o pequeños lagos clandestinos, no oficiales, los cuales deben correr la misma suerte que otros de su región.
Cuatro de las 210 presas reconocidas están completamente secas. En Nuevo León ninguna de las cuatro presas abastecedoras de agua a la zona metropolitana de Monterrey alcanza el 50% de su capacidad. Cerro Prieto con 9.9%, La Boca con 31.6% y El Cuchillo con 41% de su capacidad reconocida de almacenamiento, que no es la real dado la falta de mantenimiento histórico a estos vasos de agua.
El 56% de las presas en el país se encuentran a menos de la mitad de su capacidad de almacenamiento, los estados del norponiente se ubican entre los más críticos, acompañados por los del bajío, la zona conurbada de la CDMX, Oaxaca y por supuesto las huastecas.
Según Conagua, Nuevo León tiene una sequía moderada, sus datos deben quizá establecerse en función de los ciclos de lluvia, pero la realidad es diferente, la sequía es extrema en función de las condiciones demográficas.
Nuevo León concentra el 90% de sus habitantes en la zona metropolitana de Monterrey, son más de 12 municipios en los cuales su población depende del servicio de agua que ofrece el gobierno, el problema estriba en que el gobierno no tiene muchas opciones desde dónde abastecer a su población.
La cuenca del Cutzamala que brinda agua a la CDMX, Edomex y otros sitios de la zona, se encuentra entre las de peor situación, algo que Conagua llama sequía excepcional, lo que sea que signifique eso.
La cuenca del Lerma-Chapala en el centro occidente está en la misma condición de gravedad ante el agotamiento de las aguas almacenadas.
Oaxaca vive la peor crisis hídrica de su historia en los últimos 50 años, así lo expresaron algunos oaxaqueños consultados; jamás, que así lo recuerden, se quedaron por semanas sin agua en las tomas domésticas. Lo que eran grandes ríos hoy son espacios secos o con insignificantes charcos.
En todas las zonas señaladas, tal como sucede en Nuevo León, el panorama es el mismo, no se encuentra una solución inmediata y los pronósticos de lluvia para 2024 no son alentadores.
Las autoridades federales y estatales son las responsables de suministrar agua a las poblaciones urbanas, pero no tienen capacidad de solución pues dependen de las lluvias que se niegan a llegar. Quizá sea momento de soluciones disruptivas.
Ante la ausencia de lluvias y las presas secas, quizá sea oportuno reactivar las viejas norias en algunos sitios, permitir la perforación de pozos para uso doméstico-colectivo y brindar capacitación para la purificación de las aguas del subsuelo, regresar a tiempos del autoconsumo para algunas labores domésticas.
Los gobiernos no son del todo culpables del problema, pero sí deben liderar la solución; la misma población puede apoyar, además de reduciendo el consumo, costeando las perforaciones y cubriendo una cuota por esa agua de su subsuelo mientras la crisis se supera.
Son tiempos inéditos en tiempos presentes, comencemos con soluciones innovadoras que salven de la sequía a los habitantes, a los gobiernos y a los candidatos en campaña.