La muerte silenciosa del dinero: ¿por qué México cambiará TODAS sus monedas?
Inteligencia Financiera Global
El cambio total de las monedas en México no es un asunto técnico ni una actualización estética. Es la confirmación de algo mucho más profundo: el deterioro acelerado del dinero fiat. Lo que está ocurriendo con las monedas de $1, $2, $5, $10 y $20 pesos es un síntoma claro de que el sistema monetario actual llegó a un límite. Y ese límite tiene nombre: inflación.
Mucha gente cree que las monedas y billetes “valen” algo por sí mismos. No es así. Su valor existe únicamente por curso legal, una obligación establecida en la ley para que todos las aceptemos dentro del país. Fuera de México, un billete de $1,000 pesos no vale nada. No está respaldado por oro ni por ningún activo real, sino únicamente por la deuda del gobierno que lo emite. Y como toda deuda genera intereses, el sistema necesita crear más dinero para pagar la deuda previa, lo que a su vez genera más deuda y exige todavía más creación monetaria. Es un mecanismo infinito. Por eso he dicho que vivimos en un mundo de dinero infinito, pero también de poder adquisitivo finito.
Este proceso tiene consecuencias muy concretas. Una de ellas es que los metales industriales utilizados para acuñar monedas se han encarecido. Eso nos lleva a un concepto que casi nunca se explica: el punto de fusión. Este punto se alcanza cuando el valor del metal contenido en una moneda supera el valor nominal que tiene grabado. Y eso, hoy, ya pasa en México. El bronce y el aluminio que forman el centro de las monedas bimetálicas se volvieron más caros de producir que el propio valor de la moneda.
Cuando eso ocurre, ningún banco central del mundo sigue fabricándolas. Estados Unidos ya dejó de emitir los centavos por esa misma razón. Y México está recorriendo el mismo camino. La campaña reciente de “usa tus monedas”, el programa institucional 2025–2030 de la Casa de Moneda y la propuesta de reforma a la Ley Monetaria enviada por la Presidenta no son hechos aislados. Son señales de un proceso en marcha: el retiro y sustitución de todas las monedas actuales por versiones más baratas hechas de acero.
El Banco de México no lo dirá así. Hablará de ecología, huella de carbono, eficiencia y economía circular. Pero la causa real es la inflación acumulada durante años. Cuando producir dinero cuesta demasiado, el Estado tiene dos opciones: reducir el contenido metálico o eliminar la denominación. Por eso desaparecerán primero las monedas actuales; luego las de $1 peso; más adelante las de $2 y $5 pesos; y, eventualmente, veremos un billete de $2,000 pesos o más. No porque alguien “quiera devaluar” al país, sino porque la pérdida de poder adquisitivo hace inevitable ese ajuste.
Conviene aclarar algo importante: no tiene ningún sentido guardar las monedas actuales pensando que algún día valdrán más. No son raras, no son escasas ni tienen valor numismático. Se produjeron por cientos de millones. Guardarlas es simplemente conservar metal barato y dinero que pierde valor cada segundo. El único activo monetario que históricamente preserva y aumenta su poder adquisitivo es el oro. No necesita rediseños. No necesita reformas. No depende de caprichos políticos. Y los hechos lo demuestran: el centenario pasó de $49,700 a más de $102,000 pesos en solo dos años. El oro sube porque el dinero fiat baja.
Este deterioro monetario, además, coincide con decisiones económicas que afectan directamente al mercado laboral. El aumento del salario mínimo en 13% —y solo 5% en la frontera norte, donde el impacto negativo sería mayor— es un reconocimiento implícito de que alzas excesivas pueden destruir empleo formal. Ya lo estamos viendo: la informalidad, que llevaba años descendiendo, volvió a crecer; el empleo registrado ante el IMSS disminuye; y muchas pequeñas empresas simplemente no pueden absorber los nuevos costos. Las grandes sí pueden, porque automatizan procesos o sustituyen trabajadores con inteligencia artificial. El resultado: menos empleo formal, más informalidad y una economía más frágil.
Las monedas no cambian por capricho ni por moda. Cambian porque el dinero perdió valor. Es la muerte silenciosa del dinero fiat expresada en metal: cuando la moneda vale menos que lo que cuesta hacerla, esa moneda está condenada. Lo mismo ocurre con billetes que pierden poder adquisitivo y con salarios que se vuelven insuficientes a pesar de aumentos nominales.
La lección es clara: o entendemos cómo funciona el sistema monetario o seguiremos siendo víctimas de él. No se trata de alarmarse, sino de comprender. Y una vez comprendido, actuar: dejar de ahorrar en dinero que se erosiona y empezar a convertir parte del patrimonio en activos que conserven valor real a lo largo del tiempo. El oro —constante, tangible y con un valor en aumento— ha cumplido esa función durante miles de años. En un mundo que cambia sus monedas porque ya no puede costearlas, ignorar esa realidad es renunciar a proteger el propio patrimonio.
