La fortuna lamentable
Junípero Méndez Martínez es médico, psiquiatra y psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional y profesor de psicoanálisis en el instituto de ARPAC. Asociación Regiomontana de Psicoanálisis.
Dice el refrán: “el que nunca tiene y llega a tener, loco se quiere volver”, pero desglosemos el porqué.
Estimados lectores: Es necesario, aunque difícil, contravenir ideas que se han aceptado como parte del sistema de creencias colectivas; una de ella es la relativa al progreso económico.
En una sociedad donde sólo el dinero asegura la sobrevivencia, la atención médica y la posibilidad de tener y elegir satisfactores de necesidad, puede parecer absurdo el pensar que un crecimiento económico acelerado o desproporcionado en una persona o en una familia pueda resultar nocivo.
Desde la política de la sociedad de consumo, se equipara la calidad (de vida) con lo costoso, y el grado de poder adquisitivo con el imaginario de felicidad.
Desde la antigüedad, la realidad se ha encargado de desmentir estas ideas con ejemplos tan sabidos que se han vuelto refranes populares: “el que nunca tiene y llega a tener, loco se quiere volver”, se dice de quien hereda una fortuna o gana millones en un sorteo, malgasta lo recibido en poco tiempo y en consumos extravagantes o banales.
El asunto se vuelve extraño cuando el dinero obtenido con esfuerzo y/o talento personal, cuando se logra demasiado temprano en la vida o demasiado rápido, asincrónico con la madurez, comporta consecuencias nocivas.
Desde el ámbito de la salud mental cabe glosar dos situaciones típicas:
-Cuando un joven en el curso de sus estudios básicos o profesionales se topa con un empleo o actividad económica que le reditúa rápidamente importantes ingresos, abandona estudios y se dedica de lleno a acumular y, en el mejor de los casos, hacer crecer negocios diversos. Pero a la par que aumentan las posibilidades económicas, aumenta también el riesgo de caer en excesos de consumo de todo tipo de satisfactores (parejas, alcohol, drogas, riesgos).
La combinación de libertad, abundancia económica y falta de madurez psicológica, trae como consecuencia (con mucha frecuencia), una vida personal caótica, crisis emocionales y un sentimiento de vacío, que se intenta llenar con más excesos materiales, en espiral destructiva.
Desde lo psicológico, la satisfacción inmediata de necesidades de placer externo conlleva la insuficiente maduración de capacidades psicológicas adultas, que se basan en la capacidad de espera, la tolerancia a la frustración y la regulación emocional asociada a funciones de reflexión y conocimiento más amplio de la realidad del mundo.
-Lo anterior aplica también a familias a quienes llega la fortuna económica y con ella, en vez de una mejor integración y orientación hacia el progreso en las áreas de la vida, estallan en los miembros las tendencias egoístas, la necesidad de triunfo y la ambición, que les hace víctimas de las fuerzas del consumismo y la alienación social antes descritas.
Los atribulados padres llegan a comentar “parece que estábamos mejor cuando estábamos peor”, contemplando con tristeza la desintegración familiar, y los problemas psicológicos de sus hijos extraviados en los excesos que la posibilidad económica les permiten.
En la práctica clínica de psicoterapia, atendemos personas afectadas por traumas y carencias tempranas del desarrollo, y también a quienes la abundancia de satisfactores externos impidió completar la madurez, es decir, la capacidad de calma interna y la capacidad de satisfacción, por medio de las funciones de la vida psicológica.
