La verdadera inspiración para ser mejor humano, en el sentido estricto de la palabra, es tener como modelo una razón que motive a serlo. Y qué mejor emular la pasión y muerte de Jesucristo, hijo único de Dios Todopoderoso.
Aunque represente todo un misterio el tema de la RESURRECCIÓN, no hay tela de duda de que el hombre, desde épocas primitivas, ha tenido temor a la muerte. Incluso, a la pobreza también. Razones suficientes para la búsqueda de la panacea o el elixir de la vida eterna, así como de la piedra filosofal: eso que convierte todo metal en oro con tan solo el contacto. No cabe duda de que dichos miedos son significados de acontecimientos verdaderamente humanos; es decir, son temores de este planeta.
De este modo, la madre y sabia naturaleza nos ha dotado del libre albedrío para decidir lo que, según sea, nos convenga mejor. En este sentido, se hace presente la dicotomía de la vida: escojo esto o aquello. Aquí no hay plan C.
El conocimiento empírico nos ha demostrado que la experiencia es la madre de todas las decisiones, dados los ensayos y errores. El hombre, así, ha construido las bases de la ciencia.
El hijo de Dios, como se le conoce a Jesucristo, tiene un nacimiento irrevocable. Sin embargo, el mundo occidental y buena parte del viejo mundo reconocen su poder y ascendencia. Jesús, junto con el Espíritu Santo, consolida la Divina Providencia, que es el pilar del cristianismo. Los romanos tardaron un buen período de tiempo para reconocer a esta Trilogía Divina.
Bueno, prosiguiendo con el tema original, la RESURRECCIÓN de Jesús nos trae esperanza de perpetuidad y continuismo, en este o en otro plano espiritual. No cabe duda de que la maduración de la fe va de la mano con sucesos que la ciencia no puede explicar. La lógica de la vida se queda corta cuando se habla de que una persona nunca muere si se cree en la RESURRECCIÓN. Imagínense los grandes debates sobre este tema.
Los Diez Mandamientos, escritos en la tabla de Moisés, conllevan la perfección del ser humano como tal. En ellos, Dios Padre nos encomienda los preceptos a seguir para lograr la paz y las buenas y respetuosas relaciones humanas. Cientos de lustros datan desde entonces, y el hombre todavía no encuentra su filosofía o significado real. Como prueba, tenemos a diario hechos negros y nefastos; los mismos que parecieran proceder del maligno, cuya presencia es innegable.
Padre Divino, danos mayor humildad para poder seguir siendo el ejemplo que tanto nos has enseñado. Te pido, Señor, que por medio de la esperanza resurrectora proveas a la humanidad de amor y justicia, sobre todo a los más débiles. No olvides al magisterio, Señor, porque en los mentores están las bases del progreso de las naciones. Despierta en los docentes el ansia de servir con la vocación característica y, al mismo tiempo, muéstrales el camino correcto para que sepan elegir a los auténticos representantes sindicales.
Ten benevolencia con nuestras almas, y de manera especial, con las de los políticos. Ilumínalos para que hagan el bien común. La resurrección es la mejor forma de seguir siendo humano. Hay que creer en ella.
La verdad como es, se tenía que decir y se dijo. Hasta la próxima.
