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Opinión

La ruta impopular contra la pobreza

Hablando en Plata

Los caminos para reducir la pobreza no son populares, pues le reducen poder a los populistas.

La experiencia del siglo XX, en casi todo el mundo, nos enseña que los esquemas gubernamentales para reducir la pobreza a través de programas etiquetados como “sociales” no funcionan.

Entonces, ¿cuáles son las políticas gubernamentales que en realidad ayudan a reducir la pobreza? ¿Debe el gobierno cruzarse de brazos y dejar que el mercado termine con la pobreza y distribuya justamente la riqueza?

No. Los gobiernos tienen mucho que hacer para reducir la pobreza, pero con políticas muy diferentes a las que hasta ahora han aplicado tanto en México como en la mayoría de los países pobres y en vías de desarrollo.

La pobreza es la carencia de bienes y servicios. Esa escasez se debe a la ausencia de empresas productivas que generen empleos con buenos salarios.

En un mundo globalizado, la inversión emigra no solo hacia donde obtiene mayores rendimientos, sino a donde hay más seguridad y certeza jurídica.

Los inversionistas que crean empleos (inversión directa), no los que solo especulan con las tasas de interés o los tipos de cambio (inversión financiera), ayudan estructuralmente al crecimiento. Ese tipo de inversionistas analizan diversas variables socioeconómicas y prefieren invertir donde existe el siguiente entorno jurídico:

a) Estabilidad legislativa: leyes estables que no cambian con cada gobierno, hay permanencia en las reglas del juego.

b) Leyes claras, cortas y generales: dejan poco al arbitrio del funcionario en turno y no dan lugar a diversas interpretaciones.

c) Paz y seguridad: los inversionistas prefieren los países que ofrecen más paz y seguridad sobre los países que brindan mayores rendimientos.

d) Protección a los derechos de propiedad: la sola expectativa de leyes que consideren expropiaciones aleja la inversión y capitalización de un sector de la economía o de todo un país.

e) Legislación laboral flexible, que no llene de cargas y reglas a quienes buscan crear empleos: la mayoría de los pobres en Iberoamérica no tiene un empleo formal ni depende de un salario. Es costoso —en tiempo y dinero— generar un empleo y cumplir con todas las leyes, reglamentos, cargas y prohibiciones que implica su creación.

f) Impuestos bajos y fáciles de pagar: los países que más rápido han sacado a una mayor proporción de sus habitantes de la pobreza, y cuyas economías son de las que más crecen, se han caracterizado por tener impuestos bajos en relación con otros países.

Iniciar el cambio hacia esas políticas económicas es indispensable para reducir estructuralmente la pobreza. Poner en práctica esas políticas debe ser la principal tarea de cualquier gobierno que busque en realidad la reducción del número de pobres.

La mayoría de las políticas “sociales” para reducir la pobreza y las desigualdades solo han servido para manipular a los pobres, ganarse su voto, desviar recursos fiscales en nombre de los que menos tienen y justificar el aumento de impuestos.

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