Opinión

La silla del águila de Carlos Fuentes

Sección Editorial

  • Por: Eloy Garza
  • 01 Diciembre 2022, 20:00

La silla del águila se publicó en 2003. Está ambientada en México. De buenas a primeras, se interrumpe la energía eléctrica; cesa de funcionar el Internet, los semáforos, los teléfonos.El país queda desconectado. Los mexicanos no pueden comunicarse más que por carta, a la vieja usanza. El comercio, la industria, el ánimo social yacen paralizados. Sólo los políticos siguen armando su tenebra. La grilla es eterna; nunca muere.Bien o mal, el título de esta novela fue citado por muchos aspirantes a lectores. Porque en México no tenemos lectores; tenemos aspirantes a lectores.Fuentes murió en 2012, a causa de una úlcera reventada. Se desangró en el suelo de su casa, porque no quiso molestar a altas horas de la noche a su médico de cabecera.México también se desangra; vivimos una versión alargada de La silla del águila, y Fuentes se volvió profeta (ya lo había sido a su pesar en una novela previa, Cristobal Nonato, de 1987, donde adelantó la alternancia electoral).Dice un personaje femenino de la novela de Fuentes: “La fortuna política es un largo orgasmo. El éxito tienen que ser mediato y lento en llegar parar ser duradero. Un largo orgasmo”.Cierto. Los políticos en Nuevo León y en México tejen su tenebra lentamente, con paciencia de viuda negra. Al final de su orgasmo, matan a su amante, cuando ya no les sirve.En la novela de Fuentes, los políticos son lúcidos, muy tenebrosos, pero no eficaces: ninguno plantea remedios a la degradación sin límites. Ni sacan al país del negro laberinto, tan metidos en la sucesión del mando.Es lo único importante para ellos: la sucesión del mando. Y ver cómo se acomodan en el próximo sexenio. 

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