Opinión

Los cursos propedéuticos o de inducción, muy necesarios en educación básica

Sección Editorial

  • Por: Armando De la Rosa
  • 07 Agosto 2025, 00:02

Todo director que se “atreve” llevar a cabo este tipo de cursos previos al curso regular de clases tiene bases fundamentadas en que, con su desarrollo y aplicación, se sentarán los cimientos psicoemocionales, de pertenencia, confiabilidad y reciprocidad, que precisamente son tan útiles para fortalecer las relaciones interpersonales entre estudiantes, maestros y directivos; sin dejar tendidos al personal de administración e intendencia.  Participar en un curso de esta naturaleza significa tener reciprocidad y empatía con el ecosistema escolar.

Académicamente, si bien es cierto que no es tan trascendental que digamos, el contacto diario con el plantel y personal en general arroja resultados placenteros en esos 15 días que dura el curso previo al inicio de clases. Las actividades interdisciplinarias son positivas para el buen desarrollo de la personalidad. 

Esa sintonía diaria, necesaria para un sano inicio de actividades escolares, se manifiesta cuando se convierte en realidad la inducción redactada. No por nada los psicólogos recomiendan que exista interacción previa, sobre todo cuando recién se ingresa al nivel educativo, es decir, al entrar a primaria, secundaria o preparatoria. 

“Romper el hielo” en el ámbito educativo es de alta trascendencia emocional, toda vez que la parte afectiva y la buena comunicación entre maestros y alumnos (y entre los mismos alumnos, inclusive) contribuyen al desarrollo personal y fomenta la fijación del carácter individual, amén de fortalecer el lenguaje hablado y escrito. Recordemos que lo que pasa dentro del aula tendrá fuertes repercusiones en la comunicación familiar. Y cuando ésta es pobre o de plano no existe, simplemente se propicia y genera.

Escuchar los diálogos de los niños después de que llegan del curso es delicioso e intrigante. Sus palabras ven en el mismo sentido de las impresiones generadas por la clase dada. Es jugosa la ganancia familiar cuando se participa en estas conversaciones durante la ingesta alimenticia del mediodía. Lástima que, en la mayoría de los casos, nuestra notoria ausencia en esos precisos momentos —por el trabajo— nos priva del crecimiento diario de nuestros hijos. Las madres de familia que no tienen jornada laboral, por ser “profesionales de la casa y de la cocina”, no me dejarán mentir. Ellas son las heroínas “de la película”.

El primer día del curso se dedica a “saludar a toda la escuela”. Es decir, se conocen los edificios donde se imparte la tarea didáctica, las oficinas administrativas, los baños, el patio cívico, el patio de juegos, el laboratorio escolar, la sala de computación, el foro escolar, el área de toma de alimentos y, sobre todo, las zonas de entrada y salida al plantel. Asimismo, se presenta a los directivos, auxiliares o prefectos, secretarias y personal de intendencia. Empieza la emotiva y fascinante comunicación interdireccional. Es la integración en el espacio educativo. 

La mecánica educativa propiamente dicha será objetiva, casi siempre, a partir del segundo día del curso. Impactantes escenas se llevan los niños y/o jóvenes cuando comienzan a conocer a los distintos maestros que les impartirán las materias. Sobresalen los comentarios de los noveles que versan sobre el maestro de matemáticas, español, física y química. No obstante, para el gran grosor del estudiantado, los maestros de educación física, artes y tecnología se convierten en “sus preferidos”.

Al principio se les encarga poca tarea, para que se vayan aclimatando al proceso educativo en los temas de valores y responsabilidades. Se van afianzando los conocimientos adquiridos en sus escuelas de origen y, al mismo tiempo, se va poniendo sobre la mesa el nuevo reglamento escolar. Cada institución tiene sus propias reglas; éstas van en función de lo que haya funcionado durante ciclos anteriores. Ahí está la clave del éxito (o del fracaso). Tenemos como ejemplo las siguientes escuelas emblemáticas (o que lo fueron) de Monterrey: Secundaria Federal No. 20, Secundaria 28 y 10; Primarias Club de Leones 5 y 10, Primaria Federal Lincoln, Preparatoria 2 del Obispado, Preparatoria 15 Madero, Secundaria Federal No. 4 “Reforma”; de San Nicolás: Secundaria Estatal No. 28, Primaria “Jean Piaget”, Preparatoria 7 de las Puentes, Preparatoria 16, Preparatoria 25 de Escobedo, N. L.; etcétera, etcétera.

Al término del curso, el alumnado sale bien entusiasmado y fortalecido para enfrentar los nuevos retos de exigencia. Los resultados serán observables al término del primer trimestre, con notas iguales o superiores al 8 de promedio. Claro está, con sus ligeras excepciones. 

Nuestra niñez mexicana requiere de mucho apoyo y soporte por parte de sus padres; en todos los casos, el punto de apoyo materno es trascendental e intransferible. Cuando ella falta por cualquier motivo, el hueco es muy difícil de llenar. No olvidemos que nuestra cultura mexicana es muy “protectora”, “apapachadora” y “fiestera”. Sigamos con nuestras tradiciones y costumbres sin dejar de la mano a nuestros hijos. Dejemos que asistan a los cursos de inducción. El éxito se garantiza casi al cien por ciento. 

La verdad como es, se tenía que decir y se dijo. Hasta la próxima.

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