Es probable que un huracán político (como la llama Claudio X. González) se convierta en tormenta tropical en las próximas horas que toque tierra.
Xóchitl Gálvez comienza a enfrentarse con la nomenclatura de los partidos políticos del PRI y del PAN (las siglas de este último le dieron el escaño senatorial del que por cierto no ha pedido licencia) y el pronóstico no es muy alentador para su posible postulación por el Frente opositor.
Ayer domingo, el fuego amigo contra Xóchitl provocó que la aspirante presidencial aireara ante el Comité Organizador sus sospechas trufadas de inconformidad porque dos de sus más cercanos competidores internos, Santiago Creel, del PAN, y Beatriz Paredes, del PRI, pudieran socavar el proceso interno.
¿Cómo? Flexibilizando las reglas para conseguir firmas en zonas remotas donde no hay ancho de banda para Internet.
Esto daría pie a manipular turbiamente las firmas, de manera que el conteo tanto de Creel como de Paredes se incrementara notoriamente. Las cifras no le cuadran a la mente calculadora de Xóchitl.
Ignoramos si esta queja pueda tener visos de irregularidad en el proceso, pero sí delata una desconfianza creciente entre las cúpulas partidistas y la hidalguense. La insistente mención de su pasado trotskista, hacen de Xóchitl un terreno minado.
El trotskismo en México nunca ha pasado de ser una nota marginal, a pie de página, pese a que su figura principal fue asesinada en nuestro país, tras una cacería de la URSS de Stalin que ha inspirado películas, novelas y series de televisión.
Pero sí genera extrañeza que Xóchitl, dicho por ella misma, se afiliara al ala más sectaria del comunismo. A diferencia de otras corrientes como el maoísmo, que pretendieron con éxito ser movimiento de masas, el trotskismo nunca intentó salir de su círculo de clandestinidad.
Fue una escuela de cuadros radicales extremos, no de multitudes.
¿Es esa filiación juvenil (si es que fue real) lo que levanta suspicacias a los grupos de dinero que sostienen el Frente? Al menos no a Claudio X. González, pero sí a otros profesionales de los negocios y la política que buscan sentar sus reales en la próxima legislatura del Congreso de la Unión patrocinando a un candidato a modo que como paraguas cubra sus posiciones legislativas.
Mientras tanto, otros movimientos telúricos cambiarán esta semana el paisaje electoral del país, y su epicentro está en el norte, concretamente en Nuevo León.
Y sí, se trata de Movimiento Ciudadano, que ya está formando su alineación y en los próximos días habrá sorpresas naranjas.
En otras palabras, el juego electoral apena comienza. Veremos y diremos.
