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Opinión

Madres buscadoras de desaparecidos

El sentir de Hoy

El número de personas desaparecidas en México sigue creciendo y la fórmula para revertirlo también se encuentra desaparecida, por lo que cientos de miles de familias no han encontrado la paz de su alma y la de sus familiares.
Las razones por las que esto sigue ocurriendo son muchas y aquí vamos a repasar algunas de ellas para delinear la salida a tan dramático problema.

Algunos datos duros relevantes: El Inegi afirma que 12 de cada 100 cuerpos que llegan a un Semefo (Servicio Médico Forense) cada año no son identificados. Las organizaciones no gubernamentales afirman que los números son maquillados y que la verdadera cifra es superior.

Definición de persona desaparecida: Es aquella persona de la cual sus familiares desconocen su paradero y se presume, a partir de cualquier indicio, que su ausencia se relaciona con la comisión de un delito. Y hay muchos más a los que su familia no intenta encontrar por presumir que se fueron por su propia voluntad. Mientras que los indigentes son automáticamente descartados como “buscados”.

La ONU afirma que 52,000 restos humanos de 2022 se han quedado sin identificar. La Organización Mexicanos contra la corrupción dice que “14 personas desaparecen cada día”.

Si los números son alarmantes, tratemos por un momento de ponernos en los zapatos de un familiar y tratemos de sentir lo que siente alguien cuyo ser querido es imposible localizar. Complejo, muy complejo. Más bien creo que es imposible sentirlo, porque en cada familia se vive con tanta intensidad que no se puede equiparar a una suposición.

Esta penosa situación ha desatado una modalidad de personas que, sin estar en el gobierno, deciden hacer algo para que “aparezcan” los cuerpos y la verdad de lo ocurrido. Ejemplos como el de los 43 de Ayotzinapa son reconocidos por muchos de nosotros por la publicidad que al tema se le ha dado en los medios tradicionales y alternativos, son las madres buscadoras, pero…

Y los que yacen en el olvido de las autoridades, los que dejaron de ser buscados porque su familia se cansó y decidió mejor ponerse a trabajar para sostener a sus hijos vivos, los que nadie conoce o los que migraron para buscar un modo de vida mejor y jamás se reportaron desde su nuevo hogar, ¿A ellos quién los busca?

La llegada de oleadas atípicas de muerte, como los daños del huracán Otis en Acapulco, la ola de calor del verano en Nuevo León y las matanzas aterradoras del elegantemente llamado “crimen organizado” dan evidencia de las incapacidades instaladas de los Semefos.

No hay un dinero que sea suficiente para que las familias encuentren la paz, pero si hay una medición que puede ponernos en perspectiva la situación de los encargados de asistir al Sistema Judicial a cumplir con el poco agraciado tema de identificar los cadáveres.

No hay una sola entidad federativa en nuestro país que cuente con capacidad para hacer frente a la llegada de cadáveres, conocidos o desconocidos, y pueda hacer una secuencia genética que arroje datos que ayuden a concluir causas e identidades.

El liderato de la incompetencia lo tienen las fiscalías de Zacatecas, con un 32% de muertos sin identificar; Nuevo León, con 28%; CDMX y Colima, con 19%, con una larga lista de estados con números igual de malos, pero atenuados por el escándalo de los ya mencionados.

La falta de determinación de las autoridades locales para fortalecer a los Semefos sigue y seguirá cobrando factura, entre otras razones, porque no le destinan dinero del presupuesto, porque no hay donde almacenar cuerpos, porque la corrupción los lleva a hacer panteones en lugar de frigoríficos adecuados, porque no luce ante los medios una construcción para cuerpos sin vida, porque la negligencia pone a cada titular de esos servicios sin que sea un científico del ramo, porque entre más le busquen, la rentabilidad política, no la ven.

Hay veces que el político que asume cargos públicos debe hacer cosas “no lucidoras”, pero las omite con frecuencia para hacer las obras de relumbrón.
Si a esto agregamos que el gobierno federal entrega más de $11,000 millones al año a los estados y éstos lo invierten en lo que se les antoja, sin obligarlos a invertirlo en lo que hace falta, empezamos a entender el problema.

Otro de los problemas que agrava el estatus es la fragmentación de la información en la que cada estado sólo ayuda a su propio estado, como si el territorio nacional estuviera dividido en vasos no comunicantes y que nadie abandonara nunca su estado por razón alguna.

La ciencia sigue avanzando en la genética y en laboratorios forenses, pero no se adquiere equipo que lo demuestre. Pero la responsabilidad sigue desaparecida.

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