Máquinas sin funcionar
Sección Editorial
- Por: Adalberto Madero
- 25 Enero 2024, 01:30
El pasado 17 de enero, el Ejecutivo estatal anunció el arranque de un programa para entregar gratuitamente miles de tarjetas Me Muevo a grupos vulnerables, olvidando que a la par de distribuir los plásticos debió asegurar el funcionamiento de todas las máquinas de venta y recarga. Desde hace dos meses los usuarios del Metro sufren una nueva crisis de movilidad debido a la inutilidad de buena parte de las máquinas expendedoras, lo que ha generado un caos en las horas pico, veámoslo a continuación.
Acompañado de los secretarios de Gobierno, Javier Navarro, y de Movilidad y Planeación Urbana, Hernán Villarreal, el gobernador se comprometió a entregar 10,000 tarjetas con $300 pesos de saldo, asegurando que se trata de un programa permanente: “Queremos que un millón y medio de neoleoneses migren del pago en moneda al pago electrónico.
Un millón y medio de ciudadanos de Monterrey, de Nuevo León, les vamos a dar su tarjeta Me Muevo (…) No es ni será un programa de una semana, de un mes, la idea del proyecto es que como en todas las grandes ciudades del mundo la gente tenga el apoyo de gobierno para poder moverse y por eso les vamos a dar movilidad y este programa se queda para siempre”. Fiel a su estilo, este discurso triunfalista y emotivo, con fuerte carga populista en tiempos de intercampañas, sonó hueco para los miles de usuarios que hasta el día de hoy sufren un calvario haciendo largas filas para recargar sus tarjetas durante las horas de mayor afluencia.
Se nota que estos funcionarios nunca en su vida se han desplazado por este medio. Tampoco se han tomado la molestia de ver cómo lucen abarrotadas las estaciones de 06:00 a 08:00 y de 18:00 a 20:00 horas. Como viven en una burbuja, rodeados de todas las comodidades, creen que con anunciar la entrega de plásticos el problema de movilidad se resolverá por arte de magia, dejando de lado la modernización y el mantenimiento del equipo que solventa esta aplicación. Las máquinas expendedoras llevan meses de no estar funcionando en su totalidad.
En la mayoría de las estaciones se dispone de mínimo cuatro máquinas, lamentablemente sólo una o dos están disponibles, con los inconvenientes que ya hemos referido anteriormente: no dan cambio, no aceptan ciertas monedas y billetes mientras que otras solamente reciben metálico.
Una señora con discapacidad me platicó todas las incomodidades que sufre para llegar a su trabajo: subir por la escalera de concreto porque la eléctrica no funciona, hacer larga fila por las mañanas y por las tardes cuando intenta recargar su tarjeta, otra fila más para ingresar a los carriles porque los torniquetes tampoco funcionan en su totalidad, así que en ocasiones solamente hay uno para ingresar, finalmente, al intentar abordar debe esperar a que haya espacio para desplazarse y apretujada por el hacinamiento de las unidades.
Alguien se preguntará por qué esta señora no hace una recarga de $300 para evitar hacer fila todos los días; la respuesta es muy obvia: solamente dispone de $20 o $50 pesos. Esto que debería llevarle cuando más media hora por traslado, en ocasiones le lleva hasta dos horas. En el discurso se refieren a los grupos vulnerables como beneficiarios de este programa, lástima que los políticos además de insensibles desconozcan el día a día de las personas que se ven obligadas a transportarse en un medio que pone en riesgo su salud y merma su tiempo libre.
Hay que decirlo claramente: la migración hacia el pago electrónico con tarjeta se dio sin la debida previsión tecnológica. Debió asegurarse un stock suficiente de plásticos e instalar máquinas en buen estado para la compra y recarga, retirar las de viejo uso, distribuir las tarjetas en los puntos de mayor afluencia y llevar un control para determinar si se cubrió el porcentaje de usuarios que utilizaban boletos magnéticos, finalmente, dar acceso gratuito a las personas vulnerables que no están familiarizadas con las aplicaciones, como se hace en algunas ciudades.
La inoperancia de las máquinas ha provocado molestias y retrasos a los ciudadanos, aunada a las constantes fallas en los vagones, los torniquetes, las escaleras eléctricas, así como instalaciones en mal estado, hacen que los viajes sean una pesadilla cotidiana que la comunidad no merece. En lugar de invertir millones de pesos en líneas que no sabemos para cuándo concluyan, el gobierno primero debió modernizar equipo e instalaciones de las tres rutas existentes.
Un gobierno humanista antes de modernizar el pago del transporte público habría realizado una intensa campaña de concientización entre las personas que no están familiarizadas con la tecnología, pero como este gobierno está bajo el signo del Instagram se la pasa diciendo que tenemos un transporte de primer mundo.
En conclusión, mientras no se resuelva la disponibilidad de tarjetas y la instalación de máquinas expendedoras en buen estado, se debe dar acceso gratuito a la gente.
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