¿Cómo te encuentras en estos días posteriores a la Navidad? Quizá estresado, cansado, emocionado o motivado. Tal vez con pendientes acumulados o con el corazón lleno por los encuentros vividos. Quizá estas fechas te permitieron ver a personas que no ves con frecuencia y eso te haga sentir feliz, acompañado, ilusionado. O quizá, por el contrario, ya no estén aquí personas importantes para ti y eso te haga sentir melancolía, nostalgia o un profundo sentimiento de ausencia.
La Navidad tiene muchas caras y muchas emociones. Y mi reflexión el día de hoy va a cada persona que está leyendo estas líneas desde su propia historia, desde su propia expectativa y desde su propia realidad. Porque no todos vivimos la Navidad de la misma manera ni desde el mismo lugar emocional.
Que cada quien pueda reconocer cómo se siente y permitirse vivir estas fechas desde ahí, sin culpa, sin comparaciones y sin exigencias. Podemos definir qué es lo que fue importante para nosotros en esta Navidad, y eso va a ser muy diferente de una persona a otra. Para algunos fue la reunión familiar, para otros el descanso, para otros la fe, para otros simplemente sobrevivir a un año difícil.
Hace unos días entregamos la quinta biblioteca infantil en un lugar llamado Apadrina un Niño, un albergue que recibe a familias que vienen de fuera de Nuevo León para que sus hijos puedan recibir tratamientos contra el cáncer. Ahí tuve la oportunidad de conocer a una niña de seis años que, desde hace un año, fue diagnosticada justo un 24 de diciembre con un tumor en la cabeza. Ese mismo día que le dieron la noticia a su mamá, también le informaron que el abuelito de la niña había fallecido… también un 24 de diciembre.
Esa historia me sacudió el corazón y me hizo reflexionar profundamente. La Navidad puede no ser igual para todos ni significar lo mismo. Para muchos, estas fechas están llenas de luces, música, regalos y festejos. Pero para esta niña, el 24 de diciembre representa algo muy distinto: la celebración de seguir con vida, de seguir luchando, de estar aquí un año más.
Para quienes somos creyentes, sabemos que esta es una gran fecha en la que recordamos el nacimiento del niño Jesús en un pesebre en Belén. Para otros, quizá sea la oportunidad perfecta para visitar, reencontrarse o simplemente compartir tiempo con las personas que aman. Pero también hay quienes viven la Navidad desde el duelo, la enfermedad, la soledad o el cansancio emocional.
Por eso creo tan importante hablar de respeto y compasión. No todos estamos en el mismo barco ni atravesamos las mismas emociones. Si permitimos que el otro viva la Navidad como necesita vivirla y respetamos su proceso, también podremos respetar el nuestro.
Estas fechas están llenas de alegría, magia, celebraciones y risas, pero también pueden traer recuerdos, silencios y lágrimas. Y todo eso también es válido. Así que te invito a que seas muy asertivo y compasivo con lo que puedan sentir los demás, pero también contigo mismo.
Diseñemos una Navidad —y lo que sigue del año— a la medida de cada quien, recordando que lo más importante no son los regalos ni las cosas que compramos ni qué tan alto está el pino que pusimos este año. Celebremos lo realmente importante: la vida, la fraternidad, el amor, la presencia, la empatía.
Y, para quienes creemos, recordemos que hace 2025 años nació un bebé en Belén que nos sigue recordando que siempre hay esperanza, incluso en medio de la realidad más dura. Que esa esperanza encuentre un espacio en tu corazón, justo como tú la necesites vivir hoy.
