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Opinión

Un gran esfuerzo

El Purgatorio de @elcabritomayor

En un país donde a cada amanecer se abren grietas cada vez más grandes sobre el piso de la paz, la tranquilidad, la prosperidad y la sana convivencia, y donde la polarizada conversación pública se vuelve cada vez más áspera, ofensiva y violenta; en un país en que, tristemente, las malas artes de la política —eso sí, al parejo y democráticamente— nos amenazan con robarnos por entero la paz, los derechos y la libertad de nuestros actos y procederes honrados, es necesario observar con objetividad, visión al futuro y gratitud a quienes, de forma honesta, honrada y valiente, han decidido remar contracorriente a la inercia de los muy controversiales tiempos actuales.

Y aunque en Monterrey esa resistencia no ha estado exenta de marchas, discursos ni de estridencias con un sesgo políticamente distractor, provocado evidentemente por el desgaste y la ejecución de las malas artes en el quehacer político y convenenciero de quienes la ejercen, hoy, más que echarle sal a la herida, quiero hablar del gran valor y la gallardía de seres honrados y honestos que, a costa de un gran esfuerzo, se han dedicado con harta pasión a defender nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestra idiosincrasia y nuestra historia, con una armoniosa voluntad romántica por preservar un grandioso patrimonio cultural como lo es la fiesta de los toros y que —aunque algunos no lo entiendan, renieguen o no lo quieran entender— representa un pilar fundamental de la historia de nuestro territorio, la cual nos ha obsequiado una grandiosa identidad cultural como nación. 

Partiendo del principio de que nuestra fiesta de toros, como la conocemos actualmente, es mexicana —y sí, ciertamente con origen hispano—, esta llegó a nuestro territorio aún antes de que nuestra nación existiera como tal, en los toros que desembarcaron de las carabelas junto con la religión y el idioma en épocas de “la supuesta conquista”, que vino a colonizar y, con ello, a culturizar a la población indígena de la cual, aunque no se quiera reconocer, también como de los españoles, somos descendientes.

Y así como nosotros los mexicanos somos el fruto de la transculturización, nuestra fiesta de toros —sí, de origen europeo— también lo es. Y es orgullosamente mexicana por haberse desarrollado conforme a los usos, costumbres y habilidades de los pueblos que poco a poco se fueron formando y que la adoptaron con gran fervor para vestir sus celebraciones, ferias y fiestas patronales desde el 24 de junio de 1526, hace ya casi 500 años. 

Este legado histórico nos obliga a reconocer que somos lo que somos como consecuencia de la unión del valor guerrero del indígena y la educación y conocimiento sabio del español, que se dio tras la transculturización de ambos pueblos. Por ello, la trascendencia de preservar, promover y estimular nuestras tradiciones, nuestros orígenes, nuestra cultura y nuestra identidad es de reconocerse, aplaudirse y apoyarse.

De ahí que, ahora que ha terminado la temporada 2025 en nuestra Plaza de toros Lorenzo Garza, hemos de reconocer, agradecer y estimular el gran esfuerzo que, como depositarios de este gran y honorable legado cultural, han hecho Don Juan Pablo Baillères, su hermano Alejandro y todos los miembros de su familia, a través de su empresa “Espectáculos Monterrey”, que, mostrando su nobleza, han honrado la gran estatura y la memoria de su señor padre, Don Alberto Baillères González, quien por tantos años, nos ofreció con harta pasión, la fiesta de toros que una capital como la nuestra siempre ha merecido.

La tarea no ha sido fácil, ni cómoda ni rentable; sin embargo, la empresa de los señores Baillères apostó por confeccionar carteles de primer nivel, lo mismo con figuras de la torería mundial que con jóvenes que ya pisan fuerte. Monterrey, que durante décadas se acostumbró a ver pasar por su redondel a los grandes, volvió a colocarse en el mapa con combinaciones serias, atractivas y valientes. A la Monumental regresaron nombres que llenan plazas en cualquier parte del mundo, respaldados por las mejores ganaderías del país, esas casas ganaderas que son orgullo del campo bravo mexicano.

Se sabe que la fiesta de los toros no es un negocio, sino una responsabilidad histórica, y los señores Baillères la han tomado con una gran responsabilidad, harta pasión y gratitud al asumir el deber moral de sostener una tradición que ha forjado identidad, economía, oficios, ecosistemas y cultura. Y créame, estimado lector, continuar este legado en Monterrey no ha sido un gesto superficial: ha sido una inversión en la memoria, en el arraigo y en la convicción de saber que un pueblo sin rituales también es un pueblo más vulnerable.

Porque la fiesta ofrece más de lo que muchos no alcanzan a ver: valores comunitarios, empleos para cientos de familias, impulso al turismo, activación económica para todo un sector que incluye artesanos, hoteleros, restauranteros y transportistas. Y, por encima de todo, un profundo respeto ecológico hacia el toro bravo, una especie que existe únicamente gracias a este ciclo cultural. La ganadería de lidia es uno de los patrimonios naturales más valiosos de México, y preservarla es también preservar territorio, biodiversidad y un modo de vida que no se puede improvisar.

Por eso, en medio de tiempos turbulentos, lo hecho por la Familia Baillères, merece más que un aplauso: merece un gran reconocimiento, pues sostener la fiesta en un ambiente tan complejo, requiere convicción, pasión y una admirable dosis de civismo y de valor para unir, convocar y mantener vivas las costumbres, las tradiciones y la grandiosa identidad que nos recuerda quiénes somos.

En esta ciudad de trabajo y carácter, la Monumental Lorenzo Garza volvió a latir esta temporada 2025, y lo hizo gracias a quienes decidieron que la cultura no se abandona cuando arrecian los problemas, sino que se defiende con mayor firmeza. La fiesta en Monterrey no sólo sigue viva: sigue teniendo rumbo. Y eso, hoy más que nunca, es un acto de esperanza que sigue mereciendo un gran esfuerzo.

Por hoy es todo, medite lo que le platico, estimado lector. Esperando que el de hoy sea un reflexivo inicio de semana, por favor cuídese y ame a los suyos; me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco, con sus hermosas palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos, Dios mediante, aquí el próximo lunes.

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