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Opinión

Con los Seguros, no hay nada seguro

Luz sobre luz

Hoy, cuando contratas un seguro en México —especialmente uno de gastos médicos mayores, pero a veces también con el seguro del carro—, ya no te sientes tan “seguro” como antes de que te van a compensar cuando lo amerite.

Es un problema que no es exclusivo de México, sino, al parecer, de buena parte del mundo; pero en nuestro país da la impresión de que las compañías de seguros están aplicando más que nunca las “tres D’s”, que son (en inglés): “Delay”, “Deny”, “Defend” (retrasa, niega, defiende).

“Delay” es cuando retrasan el pago de la póliza a propósito, buscando que el asegurado se canse y desista; “deny” es negar alegatos del afectado, utilizando interpretaciones rebuscadas de las políticas de las pólizas, siempre a favor de la compañía; “defend” es que cuando el asegurado se siente afectado injustamente y pone una denuncia, las compañías utilizan toda la fuerza y los recursos con los que cuentan, dadas sus grandes dimensiones, para defenderse legalmente, a sabiendas que a un asegurado privado no le convendrá continuar una costosa batalla legal.

Sí, y esas “DDD” son también las tres letras que incluso se reporta aparecieron, de manera lúgubre, en el casquillo de la bala utilizada para asesinar a Brian Thompson, CEO de United Healthcare, compañía aseguradora de EUA, en diciembre del 2024, a manera de “mensaje” contra el fallecido por las supuestas prácticas en que habría incurrido su empresa.

Sin justificar en lo absoluto ese terrible crimen, lo cierto es que hoy hay un hartazgo generalizado de buena parte de la sociedad contra los sistemas de seguros, y más contra los que se combinan con las prácticas médicas, pues la sensación de muchos es que estas compañías parecen aprovecharse de cuán necesarios son hoy los seguros privados; ante lo cual encarecen cada vez más las pólizas, pero su respuesta a la hora de pagar al asegurado es cada vez más incierta y evasiva.

Y no se trata de una industria que en México esté en crisis o enfrente dificultades. Al contrario.

De acuerdo con el diputado federal Jericó Abramo Masso, legislador por Coahuila —y quien fue entrevistado recientemente por un servidor—, las compañías de seguros en México generan ingresos hasta por un billón de pesos (un millón de millones, pues); el equivalente a todo el monto dedicado a apoyos sociales en el presupuesto anual del gobierno federal mexicano o, en otras palabras, a una décima parte de todo el presupuesto anual federal de México, que es de diez billones.

De ese billón, las aseguradoras pagan hasta un total de $500 mil millones de pesos (la mitad de lo que ingresan) en indemnizaciones, según reportan.

Por lo que, descontando sueldos, gastos operativos y comisiones, sus ganancias pudieran estar cerca de otra tajada de $500 mil millones. Un mundo de dinero.

¿A poco no alcanzaría para que sean un poco más “sueltos” con sus políticas para pagar e indemnizar?

O que, por ejemplo, se evitaran por completo los abusos como los que denunció la regiomontana Alena Kharissova, a quien, tras hospitalizarse, le estaban cargando gastos en los que no incurrió —como le ha pasado a muchísima gente—, aprovechando que “tiene seguro”.

O, hablando de otro caso reciente, que pudieran asegurar a niños con síndrome de Down, a quienes hoy no aseguran bajo ningún esquema, dejándolos sin opciones para acceder a medicina privada mediante un seguro.

Por cierto, retomaremos este último tema en futuros escritos, pues ya hay legisladores que ven un posible acto discriminatorio en las políticas de las aseguradoras hacia niños que nacen con estas condiciones. 

Mucho por hacer para presionar a estas tan grandes y adineradas empresas... ¡y tan abusivas!

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