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Opinión

Nuevo León: el costo del desorden urbano

Presente y futuro

Si Nuevo León aspira a consolidarse como una tecnópolis y mantener su liderazgo económico en México, necesita algo más que discursos y promesas de modernidad.

El verdadero salto depende de enfrentar con seriedad el rezago en infraestructura y la falta de planeación urbana que, desde hace décadas, retrasan su desarrollo ordenado.

La metrópoli creció sin rumbo. Las decisiones urbanísticas de hace un siglo, cuando se separaban viviendas de fábricas para evitar la contaminación, siguen marcando el trazo de una zona metropolitana que ya no existe.

Hoy, ese modelo obsoleto ha producido el caos que padecemos: municipios con industria, pero sin mano de obra cercana, y otros llenos de viviendas, pero sin empleo. Resultado: familias atrapadas en el tráfico durante horas, salarios que se diluyen en transporte y una calidad de vida que retrocede.

El discurso del liderazgo moderno choca con una realidad visible: Monterrey y su zona metropolitana se mueven más lento que nunca. La infraestructura se envejeció, el pavimento se desmorona y las obras de agua o drenaje son cada vez más escasas con inundaciones de agua cada vez que llueve y cortes del vital líquido a pesar de tener las presas llenas.

Hace más de treinta años que no se ejecutan proyectos estructurales de gran alcance. En cambio, abundan los parches, los anuncios espectaculares y los remedios temporales disfrazados de innovación.

Mientras tanto, la movilidad colapsa. Sin avenidas nuevas ni un sistema integral de transporte, los trayectos cotidianos se vuelven un castigo. Lo que se requiere no es maquillaje urbano ni preparativos para el próximo Mundial de Futbol, sino una visión metropolitana moderna: anillos viales, ejes de conexión y regiones completas donde se pueda vivir, trabajar y abastecerse sin cruzar toda la ciudad.

La falta de planeación no solo ahuyenta inversiones, también erosiona la vida cotidiana. Un Nuevo León con infraestructura sólida y movilidad eficiente no es un lujo, es una necesidad urgente. Pero mientras las autoridades sigan administrando el presente en lugar de planear el futuro, el estado más industrializado del país seguirá atrapado en un modelo del pasado.

Nuevo León no puede aspirar a ser tecnópolis si ni siquiera logra ser una metrópoli funcional.

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