Un pequeño bebé, de apenas siete meses de nacido, murió como consecuencia de la inundación que sufrió su casa —una residencia valuada en unos veinte millones de pesos—, tras la caída de una barda divisoria del fraccionamiento privado Catujanes, en Carretera Nacional, al sur de Monterrey. Esto ocurrió como resultado de las fuertes lluvias que cayeron el pasado 25 de septiembre.
La familia de Glafiro Santiago Tamez Hinojosa comentó en una misa, con entereza y resignación, que agradecía a Dios los meses que pudieron tenerlo en sus vidas, y también que Dios les concedió esos últimos nueve días en que estuvo hospitalizado Glafiro, pues eso les dio el tiempo y entendimiento para poder despedirse de él.
Pero, más allá de la fortaleza de los Tamez Hinojosa, como comunidad no podemos quedarnos de brazos cruzados. Esto no parece haber sido sólo un trágico accidente de la naturaleza, pues el Fraccionamiento Catujanes, vecino del fraccionamiento Bosques del Vergel, está construido en la montaña, presuntamente en una zona de cañada, por donde las caídas de agua son extremadamente fuertes.
La primera pregunta que debemos hacernos es si el fraccionamiento está bien hecho. Porque en un fraccionamiento bien construido, estas cosas NO pueden pasar.
La Carretera Nacional ha visto un “boom” de desarrollos, algunos de ellos realizados en las dos sierras colindantes: la Sierra de la Silla y la Sierra Madre, en ocasiones con cortes del cerro claramente ilegales, de hasta noventa grados a simple vista.
Y es bien sabido que en la Carretera ha habido una “fiesta” de permisos de construcción.
¿Cumplió realmente con la norma de construcción y con las políticas de riesgos hidrometeorológicos el Fraccionamiento Catujanes (al que se le atribuye la construcción de la barda)?
Catujanes fue desarrollado por la firma Trazzo Urbano Internacional, en conjunto con Desarrollo Inmobiliario Habitacional; son las dos empresas que aparecen en los registros de los trámites ante municipio.
En voces de los propios vecinos —al menos de los que ya estaban ahí antes, en los fraccionamientos aledaños—, Catujanes se edificó en zona de cañada, pero supuestamente la constructora argumentó que hizo obras pluviales en las que “canalizó” dichas cañadas para mitigar los riesgos.
Pues bueno, claramente las obras fueron insuficientes para contener una fuerte lluvia, y ahora las consecuencias de esta presunta negligencia incluyen la muerte de un recién nacido.
Deberá investigarse la obra realizada por Trazzo y por Desarrollo Inmobiliario Habitacional, para deslindar responsabilidades.
Y también habrá que ver por qué el municipio de Monterrey autorizó, al final del día, el fraccionamiento.
Un documento de abril del año 2018 refleja que Desarrollo Urbano municipal le negó la acreditación de obra a Catujanes, justamente por la falta de pruebas de una buena obra hidrológica, entre otras causas.
¿Qué pasó después para que le acreditaran el permiso de construcción? ¿Incumplió la desarrolladora? Y, si es así, ¿por qué el municipio le permitió fraccionar?
¿Hay un riesgo persistente y latente en la zona?
Se trata, primordialmente, de evitar más tragedias.
Se trata de deslindar responsabilidades; de que se haga valer la ley y se dejen fuertes precedentes que impidan a otros cometer nuevas negligencias.
Sobre las espaldas de un constructor negligente, o un funcionario corrupto —o ambos—, pesa hoy la muerte de un pequeño e inocente bebé.
Esto no puede quedar así.
