Opinión

Para evitar la derrota moral

Sección Editorial

  • Por: Manuel Rivera
  • 23 Abril 2023, 20:00

Cuando la voz calla, la imposición amenaza.Esa fue una de las conclusiones que extraje de las dos primeras lecciones que recibí con relación a la palabra.La primera indicaba que rehuir el diálogo equivalía a aceptar que se carecía de la razón.La segunda señalaba que el tesoro más grande que debe preservar el hombre es su palabra de honor.Los maestros llegan hasta donde lo permite el alumno. Mi abuelito hizo su mejor esfuerzo; fui yo quien se echó a perder solo.No obstante, decenas de años después, el tema sigue tocando la puerta de mi memoria.Uno de los primeros relatos que hice a mis amigos de la Ciudad de México, con relación a mi cambio de residencia a Monterrey hacia finales de 1979, tuvo como eje la confianza y el valor de la palabra, que en ese entonces aún era común en esta última metrópoli.“¿Cómo que dejaste el coche en ese taller desconocido y no te dieron un papel?”, me preguntó uno de ellos, cuya lógica chilanga sufría un “corto circuito”.Por los valores de antaño o suerte, jamás tuve un problema ni en los talleres automotrices ni en los de ningún otro tipo operando bajo ese sistema.Años más tarde el tema de la palabra apareció nuevamente en mi vida inscrita ya en el sistema político, fase de mi existencia en la que jamás podré desmentir mi papel de cómplice y necesidad de comer.En esta etapa las circunstancias me llevaron a ser parte del grupo de asesores de un alcalde norteño, joven empresario con escasa experiencia política, de carácter explosivo y espíritu noble.Tenía el defecto de montar en cólera instantáneamente cuando consideraba que alguien de su equipo le fallaba, pero al mismo tiempo poseía el don de pedirle perdón, también de inmediato, cuando admitía que había reaccionado de manera incorrecta.Considerar a todo político como un ser “malo”, muchas veces me ha parecido expresión del anhelo para ocupar su sitio, aunque esto implique entrar al terreno de la “maldad”, o confesión del craso error de creer que quienes tienen puestos públicos son extraterrestres, no integrantes de nuestra misma fauna humana.Regreso al caso del joven político:Ambicioso, pero además trabajador, todos los días nos convocaba a las 07:00 de la mañana para discutir los temas más sensibles de su administración y los relacionados con su intención de ser gobernador.En una de esas juntas, presentó el caso de una persona que continuamente estaba cuestionándolo e intrigando en su contra, acciones que consideraba podían influir en el más alto círculo de quien tomaría la decisión de nombrar al candidato a la gubernatura.—No te preocupes— le dijo al alcalde uno de sus asesores —ya te conseguí un desayuno con él: está en buena disposición para platicar contigo.—¡Carajo! ¡Todo lo quieren arreglar ustedes con desayunos! —explotó el asesorado, fiel a su carácter —¿qué no tenemos alguien que le ponga el alto?Buenos conocedores de su forma de ser, no nos alteramos y mantuvimos la mirada en él, dándole pie para continuar hablando.—A ver, a ver, ¿por qué quieren que todo problema político lo arregle platicando? —expresó encarándonos.—Sencillamente, porque eres político —observó con voz pausada el más veterano del grupo.Unos cuantos días después, el alcalde y aspirante a gobernar el estado nos dijo que el desayuno con su opositor fue un éxito.Más adelante viví en carne propia los embates de la “oposición” en una experiencia vinculada con lo privado, que compartiré aquí pidiendo amablemente al lector, como en otras ocasiones, que no trascienda.—Hay dos cosas que no me gustan de ti —me dijo terminante una mujer, quien sin esperar le preguntara qué le disgustaba, siguió de corrido con sus observaciones:—Siempre quieres solucionar las cosas hablando, conciliando, y, además, tus opiniones cambian con el tiempo —señaló en tono de franco reclamo.Poco después dio de baja nuestra relación, aunque quedó presente su valioso recordatorio acerca de la importancia del diálogo para que yo siguiera vivo y trabajando, así como de la necesidad de perder el miedo a pensar diferente, como consecuencia del análisis continuo de circunstancias cambiantes.Hoy que luego de esas evocaciones sufro la necesaria tortura de conocer las noticias del día, me pregunto cómo sería México mañana si algo de las lecciones aquí recordadas fuera cierto, y tomado en cuenta por una oposición moralmente derrotada y un gobierno seguramente deseoso de evitar un revés similar.riverayasociados@hotmail.com

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