El pensamiento de algunas de las personas más grandes e influyentes de la historia parece, a veces, plagado de inconsistencias. Jesús, Agustín, Sócrates, Aristóteles, entre otros, parecen contradecirse en ocasiones. No siempre es fácil ver cómo todo encaja con lo demás en sus enseñanzas.
Por eso, las grandes religiones y filosofías del mundo son tan propensas a múltiples interpretaciones. Por ejemplo, dada la profundidad y el alcance de la enseñanza de Jesús, el cristianismo, en particular, está abierto a diferentes tipos de comprensión. No es casualidad que existan cientos de denominaciones dentro del cristianismo y una gran variedad de espiritualidad y culto dentro de ellas. La enseñanza de Jesús es tan rica que parecería que ninguno de nosotros puede llevarla a la práctica como un maestro. Más bien, cada uno elige sus partes selectivamente, lucha por mantener cierta coherencia en ellas y termina siendo mucho más limitado que el maestro.
La coherencia —bromeó alguien— es producto de una mente estrecha, así como la incoherencia es la marca de una mente grande. Hay algo de cierto en ello, aunque debe comprenderse cuidadosamente. Por ejemplo, a veces logramos cierta coherencia, una visión de las cosas aparentemente sin contradicciones internas, aunque a un alto precio: terminamos siendo estrechos, no inclusivos, unilaterales, empobrecidos y reduccionistas.
Digan lo que digan, el racismo, la intolerancia, el fundamentalismo y el nacionalismo malsano son coherentes. Sin embargo, su coherencia se basa en una síntesis tan limitada que ignora y denigra áreas importantes de la vida.
Por el contrario, a veces lo que parece incoherencia es, en realidad, una persona que mantiene unidas varias verdades importantes en una síntesis superior. La persona puede parecer inconsistente, pero lo que realmente hace es mantener en tensión creativa varias verdades que, aunque aparentemente se oponen entre sí, no lo son. Quien intenta este malabarismo a menudo se encuentra en una gran tensión, pero (metafóricamente) también descubre que no tiene arterias obstruidas ni pulmones muy resistentes, que la sangre fluye libremente a cada parte de su cuerpo y que es capaz de extraer oxígeno vital de cualquier tipo de aire en el que se encuentre.
Jesús era así. Mantenía verdades importantes unidas en una tensión creativa y, como consecuencia, fue malinterpretado por casi todos y escandalizó a personas de ambos lados del espectro religioso e ideológico. Sus enseñanzas son más de "ambos/y" que de "esto/lo otro".
Nos cuesta eso. Es más fácil cargar con unas pocas verdades seleccionadas que intentar cargar con todas.
¿Cuáles son algunas de las verdades aparentemente contradictorias que Jesús mantuvo unidas y llevó en una tensión creativa? Aquí hay diez de ellas, elegidas porque una espiritualidad sana siempre debe abarcar ambas caras de estas verdades.
1) Un fuerte sentido de individualidad, un enfoque en la integridad y la oración privadas, pero acompañado de un compromiso igualmente firme con la comunidad, la familia, la participación cívica y eclesial, y la justicia social.
2) Una sana capacidad para disfrutar de la vida sin culpa, al mismo tiempo que se fomenta una sana capacidad de ascetismo y renuncia.
3) Una autoconfianza y una sana autoafirmación al usar los dones particulares que Dios nos ha dado, siempre en tensión con una sana humildad y una habitual modestia.
4) Una mirada profética, una compasión por lo que está fuera del centro, por lo marginado, una voz desafiante para los excluidos, al mismo tiempo que se reconoce la importancia de lo institucional, se defiende contra la anarquía y se ayuda a nutrir lo sagrado dentro de la familia, la iglesia y la tradición.
5) Una apertura constante a lo nuevo, a lo extraño, a lo que causa incomodidad, a lo liberal, incluso mientras nos esforzamos por arraigarnos en lo que conserva, en lo familiar, en la rutina, en lo que da ritmo y propicia la estabilidad.
6) Una mirada hacia lo sagrado, hacia Dios, hacia el horizonte eterno, pero siempre acompañada de un amor incondicional por este mundo, por sus alegrías, por sus logros, por su presente.
7) Una pasión por la sexualidad y una defensa de su bondad y terrenalidad, junto con una defensa equivalente de la castidad y la reverencia.
8) Una mirada hacia la comunidad mundial, hacia la expansión de los límites en los que nacimos, hacia una aceptación cada vez más inclusiva del extranjero y del forastero, incluso mientras nos mantenemos profundamente fieles a la familia, a las raíces personales y a la hospitalidad en casa.
9) Una esperanza y un idealismo que desafían los hechos, que se basan en las promesas de Dios más que en las noticias de la noche, que no permiten que la verdad de la resurrección sea silenciada por los accidentes de la historia, pero que se mantienen unidos por un realismo pragmático, programático y comprometido a hacer su parte en la obra.
10) Un enfoque en la otra vida, en la vida después de la muerte, en el hecho de que este no es nuestro hogar final, aun cuando nos centramos en la realidad y la bondad de la vida aquí en la tierra.
Jesús unió todo esto en una sola síntesis y pagó el precio: la incomprensión. ¿Estamos dispuestos a pagar ese precio para dar una plena expresión a Cristo?
Ron Rolheiser. OMI
www.ronrolheiser.com