Opinión

Política…

Sección Editorial

  • Por: Luis Sampayo
  • 14 Mayo 2023, 20:00

La política, que algunos llaman ciencia, o como Maquiavelo la definen como arte, es la actividad o grupo de actividades que comprende la forma de gobierno y la organización de los mismos sobre los grupos o sociedades que se conforman en comunidades, estados y países.En México, la práctica de la política es plurifuncional en su concepto y es ejercido no sólo por los políticos de carrera, sino por sindicatos, líderes sociales, religiosos, empresariales, grupos conformados en diferente naturaleza y, por qué no decirlo, hasta criminales e individuos comunes y corrientes (aunque por lo regular los corrientes son también los más comunes), y que tiene la visión de hacerse de beneficios comunes de cualquier índole, a través de la forma y estructura de gobierno. Es así cómo la política se ha convertido en el vehículo ideal para transportar a todos los sinfines del territorio y a todas las estructuras internas de gobierno público o privado sobre la potente estatura que le da su propio poder, al canibalismo humano que representa la corrupción.La corrupción en sí, de manera sencilla y clara, se describe como un acto o una actividad de deslealtad hacia los principios éticos, morales, valores sociales y humanos de la honestidad (he ahí el por qué “canibalismo”). Y es así que tenemos en nuestro país la presencia de la corrupción en todos los niveles de gobierno y de organización corporativa, que se manifiesta como fenómeno a través de distintos rostros bajo el manto del quehacer político.A través de un “moche”, de una “mordida”, de una recomendación, una insinuación, una dádiva, un donativo, una limosna, un porcentaje, un interés, una ayuda, una colaboración, un disimulo, un acuerdo, un desvío, una comisión, un chantaje, un favor, un pago, una factura, una simulación, una presión y de mil formas más, el acto de deslealtad a la honradez, se manifiesta de manera oculta a través de la política.En los deportes, en la iniciativa privada, en las universidades, en las escuelas, en los sindicatos, en los restaurantes, en las oficinas, en las policías, en los agentes de tránsito, en los bancos, en las compañías de seguros, en las iglesias, en los gobiernos, en el periodismo, en los servidores públicos, en los prestadores de servicios, en las constructoras y en todos lados y rincones de nuestras sociedades, se práctica la política presumiblemente para el bien común, pero ésta, como parte ya de una cultura arraigada en nuestra sociedad, viene acompañada generalmente de la corrupción: recuerde, en este país “el que no tranza no avanza”.Y como “el pez grande se come al chico”, el poder en la estatura de quienes están mejor posicionados que otros, hace que esos otros como consecuencia sucumban al arbitrio o al antojo de la voluntad política de la corrupción.Indeseado es el sentimiento que la corrupción provoca con sus actos y hechos desleales de los que hemos sido testigos a lo largo de la historia reciente en nuestro país, en nuestro Estado y en nuestras Instituciones. Aclarando por supuesto, que la corrupción no es un fenómeno exclusivo del poder público.Hoy la corrupción en la política, por ejemplo, la observamos en la deslealtad hacia la honestidad, a través de los partidos políticos que sin trasgredir la ley, pero sí burlándose de los principios de ella, han faltado a sus valores e ideales, para aliarse entre sí intercambiándose beneficios como si fueran barajitas para conservar u obtener una estatura de poder.Pero la corrupción, o deslealtad a los principios de honestidad, también la vemos en todos los rostros de todos los niveles en la gran esfera que compone nuestra sociedad. En una licitación, en un hecho violento, en un semáforo apagado, en un recarpeteo mal aplicado, en una obra pública, en un líder de opinión, en un líder sindical, un líder religioso, un líder empresarial, o en un gobernante que miente, oculta o desvía la atención de su trabajo para ocultar lo que personalmente le interesa.Y sí, probablemente en el estado estemos mejor que en otros lados, pero el alto número de muertos que la inseguridad nos ha obsequiado este año, “los happy problems”, arrojan que ninguno hasta el día de hoy ha sido periodista; sin embargo, el agravio para la sociedad y para ellos mismos viene en forma directa por quien para defenderse de la crítica, ha desviado la atención en cosas más alegres.Las necesidades en nuestra sociedad son ahora más apremiantes que nunca y se solucionan con un trabajo responsable bajo los principios éticos, morales y valores sociales y humanos de la honestidad. Honestidad con la que podríamos alcanzar a contar nuevamente con seguridad, libertad, obra pública, empleo, movilidad, tranquilidad, certidumbre, paz social y el bienestar que tanto anhelamos y que tristemente hoy carecemos.Por hoy es todo, medite lo que le platico, estimado lector, esperando que el de hoy sea un reflexivo inicio de semana, por favor cuídese y ame a los suyos; me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco con sus palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos, Dios mediante, aquí el próximo lunes.

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