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Opinión

¿Por qué tenemos que cuidar a Mariana Rodríguez de los cheapfakes?

Sin Censura

Ayer circuló una imagen de Mariana Rodríguez en Instagram que evidentemente es una fake new. Fue de una inconcebible bajeza; una canallada que desapareció a los pocos minutos (seguramente censurada por la plataforma). 

Nadie podrá negar que Mariana Rodríguez ha sido una exitosa emprendedora que nació en redes sociales (les dicen nativas digitales). 

No es fácil sobresalir en el ciberespacio. La competencia es brutal y captar la atención de las audiencias, sobre todo las juveniles, es un asunto muy complejo.  

Miente quien diga que basta con comprar granjas de bots o seguidores (como lo hacen muchos políticos de la vieja guardia y aspirantes a influencers que sólo tiran su dinero) para ganar views masivos. 

Sin embargo, ser exitoso en redes sociales, ser figura pública, implica, colateralmente, que se acumule en la nube mucho contenido personal en videos e imágenes y clips. 

¿Cuál es el riesgo en este caso? La inteligencia artificial (IA) generativa. 

Esa tecnología que comprende una amplia gama de opciones, y le sirve a Xóchitl Gálvez para quitarse de encima a un vocero de carne y hueso, en su frustrada campaña presidencial, suplantándolo por un chatbot (de lo más chafita) con su cara, es la misma que se utiliza para manipular imágenes y videos, haciendo que un falso papa Francisco se ostente con un abrigo de plumas de Balenciaga, con sólo usar una aplicación que yo mismo manejo: Midjourney. 

Es la misma aplicación de aprendizaje automático (machine learning) que se usó para poner a un falso López Obrador montando guardia en el funeral de la madre del Chapo. 

Y aquí cabe una aclaración: ¿por qué se ven más auténticas estas imágenes engañosas o aquel video de un falso Joe Biden borracho ante un micrófono? Porque los manipuladores cuentan con más contenido viral de dónde descargar videos e imágenes contra estas celebridades, que las que podrían obtenerse de una persona de reconocimiento promedio como es mi caso (y a lo mejor el tuyo). 

Y ya sé lo que estarás pensando: las redes sociales como Meta o YouTube (más bien su propietario que es Google) han tomado medidas para eliminar contenidos de su plataforma que demuestren ser simulacros dolosos de figuras públicas. Dicho de otro modo, ya se están previniendo de los clips e imágenes llamadas deepfake de cara a las 50 elecciones presidenciales que se celebrarán en el mundo en 2024. 

Sin embargo, estas medidas que detectan en cuestión de segundos una deepfake están imposibilitadas para detectar una cheapfake diseñada con CapCut. ¿Por qué? Muy simple: una cheapfake se diseña artesanalmente, sin aplicaciones sofisticadas. Y eso engaña a los algoritmos. 

O pueden quedarse inteligentemente en la raya de la parodia. Así que los autores (si es que no se amparan en el cobarde anonimato) pueden cubrirse las espaldas diciendo que los ampara la libertad de expresión. 

Son muy pocas las figuras públicas con tantos seguidores de redes sociales en Nuevo León como los tiene Mariana. 

Eso le genera un circulo virtuoso que se refleja en subir contenido constantemente. Eso la vuelve la figura más mediática de Instagram y TikTok; la que induce más compromiso del seguidor, más engagement. 

Dado que ya unos ciberdelincuentes (no los puedo tildar de otra manera) ya comenzaron en Instagram una campaña de cheapfake contra Mariana, habrá qué reflexionar cómo cuidar a la precandidata de MC para Monterrey porque nos implica a todos como sociedad regiomontana. 

Queda claro que se aprovechan de la popularidad de una joven exitosa y carismática para pretender dañar su reputación. Es una vileza, una mezquindad, al margen de que estés a favor o en contra de Mariana como precandidata a alcaldesa de Monterrey. 

De nada sirve que Tatiana Clouthier recurra a un delito tipificado en el  Código Penal de nuestro estado (como no lo está en casi ningún otro) y demande por difamación a Alfredo Jalife (quien al menos hizo sus críticas de manera directa y mostrando su cara), si no existe una adecuada legislación que prevenga la guerra sucia en forma de deepfake o de cheapfake, 100 veces más dañina que el delito de difamación, erosionando gravemente la confianza pública. 

La desinformación es una herramienta muy poderosa que distorsiona la percepción pública y las narrativas políticas para engañar a los votantes. 

Lástima que en vez de que la runfla de flojos que integran el Congreso del estado se pusieran a legislar sobre el tema de etiquetación de fake news, decidieron tomarse unas inmerecidas vacaciones decembrinas. Por eso estamos como estamos.

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