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Opinión

¿Quiere factura?

El sentir de Hoy

Cada vez que hago una compra en un establecimiento comercial formal me hacen esta pregunta, ¿quiere factura? Y nadie me lo pregunta si lo hago en un establecimiento informal, destacando la duda permanente de qué es mejor para el consumidor, si tenerla o no.

Con certeza se puede afirmar que la formalidad es lo que mejor le conviene al país y a las autoridades fiscales para mantener una recaudación de buen nivel y ascendente, pero las cosas no brillan igual para todos.

En los países que tienen mejores y más sencillos sistemas para recaudar impuestos, también se nota el desarrollo de sus servicios públicos y su mejor calidad. Por ello no es difícil encontrar referencias populares para hacer notar que en los EEUU o en los países de Europa se tienen servicios médicos, carreteras o instalaciones escolares de buena calidad y nivel.

México tiene un nivel de recaudación comparativa baja. Los impuestos que se pagan en diversos países al ser comparados, muestran una realidad irrefutable. En Dinamarca los impuestos generales rondan el 54 por ciento, en Islandia 43, Australia y EEUU andan en el 40 por ciento y en México anda en 21 puntos porcentuales.

Si lo ponemos en términos del Producto Interno Bruto (PIB), en México la recaudación representa el 16.7 por ciento del PIB, por debajo de lo que en promedio tienen los países de América Latina que es del 21.7 y del promedio de la OCDE que es del 34. Y si de facilidad para pagar impuestos se trata, rompemos la barrera de la media tabla entre los 181 países evaluados, en la que somos el número 106. Así que, fácil, no es.

Una de las razones para que, facturar o no, sea una disyuntiva permanente entre los comercializadores de bienes y prestadores de servicios es precisamente lo complejo del sistema y, claro, el desconocimiento de la ley de la materia.

Si me obliga a declarar, si me equivoco al hacerlo, si el contador se encarga de todo, si puedo deducir gastos del pago, si hay un tope para la tasa por aplicar, si al facturar me dan seguimiento a lo que hago o dejo de hacer, si padeceré acoso de la autoridad, si no pasa nada, si nadie se va a enterar que no facturo o la valoración más personal que podamos hacer. Es un régimen que tiene tantas variables que cualquier consideración es valedera para decidir.

La ley del IVA, la del ISR, la del IEPS, son leyes llenas de excepciones y se convierten en la “Ley del caso”, por lo que cualquiera duda si entrarle a la formalidad, a menos que tu cliente te lo exija. Esta situación, desde mi forma de verlo, es una fuente real de evasión, voluntaria o involuntaria, por parte del contribuyente potencial.

Para ello, desde hace al menos tres décadas, se discute cada año si las leyes deben ser más generales y menos casuísticas, aunque las conclusiones siempre son divergentes. ¿Qué tal si todo se factura? Quizá eso nos quitaría la pregunta usual en los establecimientos, que es lo de menos, y quizá incrementaría la recaudación general del gobierno, haciendo más pareja la cosa para todos los que contribuimos con declaración anual o sin ella.

Es verdad que todos pagamos impuestos de alguna forma, pues compramos productos en abarrotes del barrio que produjeron empresas formales, sea bebidas refrescantes o chatarra alimentaria. Pero también es cierto que la comercialización de esos productos “deja en la mesa” dinero que no llega al gobierno.

La factura es compleja, porque el gobierno la hace compleja. La realidad es que representa la forma de detallar el precio que se paga por un bien o un servicio prestado. Eso es una factura, y sirve para que podamos demostrar que nos pertenece el producto adquirido o el servicio recibido. No parece tener ciencia, pero desde los años 80 y 90 del siglo pasado, sistemáticamente las autoridades hacendarias se niegan a generalizar.

Es más trabajo para ellos, sí, pero sería más eficiente y justo para el contribuyente. Incluso reduciría las presiones casuales de persecución o terrorismo fiscal para los que actuamos dentro de la ley. Y como corolario de ello, el Gobierno tendría más posibilidades de ejecución de obras de infraestructura y gasto que suban de nivel la Salud, el transporte, la educación y el asistencialismo que recibimos a cambio, si quieren hacerlo de primer mundo.

¿Tú eres de los que factura?

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