¿Cuántas estrellas de mar has recogido últimamente? Ayer me tocó recoger una del piso mientras hacía fila para pagar el agua. Y es que la oportunidad de ayudar a alguien está por todas partes, eso me quedó claro. Te cuento una pequeña anécdota, que luego ligué con un cuento que me encontré.
Pues estaba ayer con mi esposo en una espera larga para pagar el agua y hacer un cambio en documentos del servicio. De esos pendientes que postergas porque sabes que te va a llevar toda la mañana, y así fue. Mientras esperaba, todo el tiempo vi, junto a una de las cajas, un boleto de estacionamiento en el piso, pensé que era basura. Después de una hora, nos pasaron justo a esa caja y decidí recoger ese boletito para entregarlo al cajero, en caso de que alguien regresara por él. Y así lo hice.
Cuando salí de ahí, fui a buscar la máquina para pagar mi boleto; se vino la lluvia y, mojada, tuve que ir a buscar cambio, pues sólo traía un billete que no me aceptaba la máquina. Después de caminar por la plaza, subir y bajar escaleras, comprar algo que no necesitaba, logré conseguir cambio y pagar el boleto de estacionamiento. Junto a mí vi a una señora buscando en su bolsa, muy apurada. Salí de ahí, la lluvia seguía, y pensé que quizá la señora no traía cambio. Decidí regresar a ofrecerle dinero para pagar su boleto de estacionamiento. Para mi sorpresa, ella no estaba buscando dinero, estaba buscando su boleto de estacionamiento.
Le pregunté si había estado en las oficinas del agua y me dijo que sí. Yo, muy orgullosa, le dije: “Yo recogí su boleto y está en la caja número 6”. Ella, muy sorprendida y agradecida, se fue a buscar su boleto. Me sentí muy feliz de poder ayudar a alguien sin pensarlo. No fue muy difícil, la oportunidad ahí se presentó: un boleto en el piso y la señora que, por cosas de la vida, se me atravesó.
Esta anécdota me recuerda a una historia que me regaló mi mamá en una tarjeta que, aunque no me lo creas, ayer, mientras guardaba papeles y cosas, cayó al piso y, al leerla, pensé que tenía todo que ver con esto que me pasó. Aquí te dejo la historia:
EL NIÑO, EL SABIO Y LAS ESTRELLAS DE MAR
Había una vez un sabio que solía ir a la playa a escribir. Tenía la costumbre de caminar por la playa antes de comenzar su trabajo. Un día, mientras caminaba junto al mar, observó una figura humana que se movía como un bailarín. Sonrió al pensar en alguien bailando para saludar el día. Apresuró el paso, se acercó y vio que se trataba de un joven, y que no bailaba, sino que se agachaba para recoger algo y suavemente lanzarlo al mar.
A medida que se acercaba, saludó:
– “Buenos días, joven, ¿qué estás haciendo?”
El joven hizo una pausa, se dio vuelta y respondió:
– “Arrojo estrellas de mar al océano, señor”.
– “¿Por qué arrojas estrellas de mar al océano?”, dijo el sabio.
El joven respondió:
– “Anoche la tormenta dejó miles de estrellas en la playa; hoy hay sol fuerte y la marea está bajando. Si no las arrojo al mar, morirán”.
– “Pero, joven –replicó el sabio–, ¿no te das cuenta de que hay cientos de kilómetros de playa y miles de estrellas de mar? ¿Realmente piensas que tu esfuerzo tiene sentido?”
El joven escuchó respetuosamente, luego se agachó, recogió otra estrella de mar, la arrojó al agua y le dijo:
– “Para ésta, sí tuvo sentido”.
La respuesta sorprendió al hombre. Se sintió molesto, no supo qué contestar y regresó a su cabaña a escribir. Durante todo el día, mientras escribía, la imagen de aquel joven lo perseguía. Intentó ignorarlo, pero no pudo. Finalmente, al caer la tarde se dio cuenta de que a él, el científico, a él, el sabio, se le había escapado la naturaleza esencial de la acción de aquel joven: él había elegido no ser un mero observador en el Universo y dejar que pasara ante sus ojos. Había decidido participar activamente y dejar su huella en él. Se sintió avergonzado y esa noche se fue a dormir preocupado…
A la mañana siguiente se levantó sabiendo que debía hacer algo. Se vistió, fue a la playa, encontró al joven y pasó el resto de la mañana arrojando estrellas de mar al océano. Nada puedo hacer para solucionar las penas del mundo, pero puedo hacer mucho para colaborar en el pedacito de mundo que me toca…
A mí me tocó ayer recoger una tarjeta de estacionamiento que, sin pensarlo, le cambió el día a una persona desconocida. Quizá esas pequeñas oportunidades que tenemos de ayudar son esas pequeñas estrellas de mar que nos toca recoger en nuestra vida diaria.
Hoy te invito a que no pierdas esa motivación o interés de voltear a ver la necesidad de los demás, de los más cercanos y hasta de un desconocido. Te aseguro que estaremos cambiando el mundo, una estrella a la vez.
Dra. Marysol Flores Martínez
TedX Speaker · Autora · Consultora · Familióloga
Dra. en Liderazgo y Desarrollo Humano
Maestría en Psicología Neuroeducativa
Maestra de cátedra del Tec de Monterrey
Fundadora de @familiaviva.mx
