Una canción de Dire Straits: ¿por qué te doy este regalo navideño como regiomontano?
Sin Censura
Hay pocos hechos políticos en Nuevo León para analizar en estas fechas, lo cual, más que una queja, es una bendición.
¿De cuántas grandes acciones nos perdemos los regiomontanos porque los políticos andan de vacaciones? Lo ignoro. Pero lo cierto es que, frente a cada una de estas acciones no ejecutadas, hay una docena de pugnas entre poderes, conflictos en el Congreso local y mucha grilla en las alcaldías de las que nos libramos gracias a las vacaciones decembrinas.
¿Se descompuso la ciudad con la ausencia de estos políticos? Al contrario. Las cosas funcionan igual, pero sin tanto ego desbordado, sin tantas declaraciones supurantes y sin mentadas de carretoneros.
De manera que, para inspirarme, decidí ayer en la tarde salir a caminar por las calles del centro de Monterrey.
Confieso ser del clan de los Grinch que le sacamos la vuelta a las fiestas estruendosas, a las cenas opíparas y a las celebraciones multitudinarias.
Un cristiano deambular por las calles de nuestra infancia nos depura la mente, no sin cierta melancolía.
Al final de mi paseo de caminante —flâneur, le dicen los franceses— llegué a escribir este artículo y a darte un regalo navideño.
Se trata de un regalo cargado de nostalgia. Es una forma de búsqueda espiritual. Es la nostalgia de quienes buscamos, al atardecer —del día, de nuestra ciudad, de nuestra vida— algo que puede consistir en muchas cosas a la vez.
El regalo que les doy es una canción. Se titula On Every Street y es, para mí, un himno melancólico de una banda legendaria: Dire Straits.
¿Por qué te doy este regalo? Porque si la escuchas —puedes bajarla de Spotify o YouTube, o en la aplicación que quieras— entenderás que es un paseo introspectivo por el centro regiomontano, en días que deberían ser de meditación y paz.
Te advierto que se trata de la última gran canción de Dire Straits, y yo la considero el epílogo de esa banda que se disolvió rápidamente.
Esta canción que te regalo es el acompañante sonoro de un ritual urbano en un invierno sin frío: la búsqueda metafísica que Mark Knopfler —genio de la música y compositor fuera de serie— musicalizó en 1991.
Esta canción —mi regalo navideño para ti— cerró el álbum homónimo y, simbólicamente, la carrera del grupo.
Cuando la escuches, te darás cuenta de que está impregnada de una melancolía muy dulce y tierna.
Su narrador, a menudo interpretado como un amante desilusionado, o un ser espiritual que quiere hallar su infancia, o un repartidor de comida rápida que no encuentra una dirección —recorre las calles con incertidumbre.
¿Y si realidad se trata de intentar hallar versiones pasadas de uno mismo, o la fe navideña, o un sentido de pertenencia que nuestra obligación de ser adultos a veces nos nubla el pensamiento?
Comencé este viaje sonoro y urbano en la Plaza Zaragoza, con mis audífonos puestos. La letra de Mark Knopfler tiene su correlato en los muros centenarios de la Catedral Metropolitana, donde generaciones de regiomontanos han depositado sus esperanzas de fin de año.
El buscador observó a las familias salir de la Misa de Gallo, activando memorias íntimas que son, en sí mismas, el objeto de la búsqueda.
Me pasé al Barrio Antiguo, donde, como dice la letra de On Every Street, “en cada calle hay un recuerdo”.
El momento más abstracto de la letra —“un pañuelo en la rama de un árbol”— se empalma en espacios como el Parque Fundidora. Allí, el barroquísimo colorido de las luces sobre la arquitectura industrial heredada habla de nuestra identidad: fusión de tradición y progreso, de calor familiar y frío acero.
Ese “pañuelo” es la tradición tuya y mía que se aferra a la modernidad, igual que el caminante se aferra a la esperanza de redescubrir algo que creía perdido.
La pieza central de la canción de Mark Knopfler —mi regalo para ti— es su extenso y catártico solo de guitarra.
Es el momento del paseo donde el bullicio se atenúa y la introspección se profundiza.
La guitarra de Knopfler, en esa parte, no necesita palabras. Es pura emoción sonora: nostalgia, anhelo, belleza agridulce.
A más de tres décadas después de su lanzamiento, On Every Street se adapta a geografías y tradiciones que Knopfler difícilmente imaginó.
La canción fue originalmente el canto de cisne de una banda global y halla una nueva vida en el microcosmos de una ciudad norteña, tuya y mía, durante la Navidad.
¿No será que el verdadero hallazgo de esta búsqueda musical-urbana no es un objeto perdido, sino la reafirmación del vínculo personal con nuestra querida ciudad?
La búsqueda no es un camino hacia un fin, sino un ritual: un modo de reconectar con la ciudad y con uno mismo, teniendo como guía una de las baladas más conmovedoras del rock clásico.
Espero que te agrade mi regalo navideño. La nostalgia también nos fortalece el alma. Felicidades.
