En las instituciones del gobierno federal donde se supone que dan servicio a los mexicanos y contribuyentes deben tener claro que el deber de un servidor público es darles servicio a los ciudadanos, derechohabientes y sobre todo a los que contribuyen con su dinero para hacer que el gobierno y las instituciones funcionen. Toda la vida se ha quejado la población de malos tratos de los compañeros del servicio público, a quienes también se les llama burócratas.
Pero en lo que va de esta administración que encabeza nuestro presidente Andrés Manuel, quien una vez que dijo “al diablo con las instituciones”, como que los servidores públicos se la han tomado muy a pecho. Sirva esta primera parte para introducir el tema de hoy. Les diría que al primo de un amigo, como se dice cuando no quiere revelar que quien sufre el problema, es uno, pero en este caso si se trata de una mala experiencia personal en un trámite que debería ser muy sencillo, práctico y además rápido.
Te cuento. Este miércoles 6 de marzo acudí como apoderado de la empresa familiar a realizar algo que en otras partes es sencillo y rápido. Se trata de la renovación de la firma digital ante el Instituto Mexicano del Seguro Social en la delegación que se ubica en la Av. Dr. Ignacio Morones Prieto y la calle Baja California, en la colonia Independencia, en Monterrey (aclaro para los que nos leen fuera de NL).
Llegué como a las 07:30 horas – abren a las 08:00–, siempre con la idea de que al que madruga Dios lo ayuda. Resulta que nos permitieron acceso a las 08:00 y fracción después de habernos tenido haciendo fila por un rato (el más chavo de la fila era yo). Entramos hasta un mostrador que reparte los turnos, allí explicas a lo que vas y te dan el turno para el escritorio que corresponda a la renovación de esa firma.
Mientras llega el turno esperas en la sala para el efecto.
Ya como a las 08:30 nos indican pasar al escritorio número 10, la compañerita que nos recibió no sé si no durmió bien o qué le hicieron, pero así como que de saludo pide la tarjeta del registro patronal y tan pronto vio que fue emitida en 2017 –esa tarjeta patronal toda la vida era la misma, una tarjeta amarilla–, pues sin fundamento dice que vaya a tramitar la nueva tarjeta en el mismo edificio unos escalones arriba, no sin antes pedir un turno para renovar la tarjeta.
Cuando minutos después al tocar el turno me atiende un chavo que no tenía ganas de hacer nada de esos típicos no hay –no quiero, no se puede-, pide varios requisitos para solicitar y obtener la tarjeta, aun presentando la anterior y siendo el mismo apoderado en persona, pues se tiene que llevar escrito en computadora solicitando se entregue nueva tarjeta patronal, a lo que hay que acompañar con el acta constitutiva y/o poder, además de original y copia del INE. Primer rebote.
Luego regreso con la carta y los demás requisitos en copia simple de copia certificada del acta que contiene el poder. Pues no, él quería ver el original. Segundo rebote.
Fui a mi domicilio por una copia certificada de la escritura, acompaño copia simple de la misma escritura, esta vez no era igual la copia certificada de la copia simple, aun tratándose de la misma escritura. Tercer rebote.
Voy por una copia fiel y exacta sacada de la copia certificada, para esto implicó $90 pesos de copias.
Se preguntará usted si se ocupa algo trascendental como cambio de dueños, apoderados o administradores, cambio de domicilio o algo que requiera de comprobación tan detallada; pues no, sólo se trata de complacer las disposiciones administrativas que por sus formas o costumbres de hacer las cosas y disfrutan haciendo dar vueltas a la gente (hasta aquí parece que me estoy exponiendo a que me digan que por bruto no conseguí todo a la primera, lo cual puedo considerar, pero entre tanta vuelta y cada turno que tuve que hacer para ir con el mismo sujeto de apellido Reta, quien parece disfruta rebotando a todos los que llegaban a su ventanilla 6).
Al fin se logró expedir la tarjeta y con ella volver a buscar turno en el escritorio de renovación de firma. Volví al escritorio 10, donde ahora un chavo más ágil después de preguntar unos datos e imprimir otros me mandó a que me hicieran los papeles y me cargaran el sistema en un USB. Eso es a la vuelta afuera del IMSS, ya con el USB cargado de nuevo este joven (otro turno) me atendió en minutos y logré después de tres horas y muchas vueltas obtener la renovación de la firma electrónica para trámites del instituto. El último que me atendió muy ágil y bien, a él sí le dieron su desayuno alegre y sonriente.
¿Que nos cuesta hacer procesos más ágiles, aplicar criterio, tener expedientes ya previamente registrados y simplificar el trámite que en lo medular pudo ser de 30 minutos ya con filas?, pero a estos servidores públicos les pagan hora nalga como dicen y poco les importa que los patrones deben andar buscando cómo hacerle para no atrasarse en las cuotas obrero-patronales para seguir disfrutando de los beneficios de contar con servicios mejores a los de Dinamarca.
Estoy seguro de que mis amigos funcionarios que sí funcionan en el IMSS, como Zoé Robledo y el delegado Dr. Tonatihu Ortiz Castillo, aquí verán esta columna y la verdad espero mucho de ellos para mejorar la atención y servicio al cliente derechohabiente de esa oficina o delegación en particular.
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