Beatriz Pagés Rebollar pone una portada en su revista Siempre! con la silueta de Claudia Sheinbaum. Una banda corona la cabeza de Claudia con la esvástica nazi.
¿Se trata de una campaña muy burda en contra de Sheinbaum? Sin duda alguna.
El problema es que resulta excesiva y rebasa los linderos de las campaña de odio. Dicho de otro modo, se les pasó la mano.
Recientemente, muchos ciudadanos nos indignamos cuando se giró orden de aprehensión en contra del colega Alfredo Jalife por una demanda que le interpuso Tatiana Clouthier.
Los políticos tienen que tener la piel dura, como los paquidermos, para aguantar los ataques a veces bien fundados y a veces calumniosos y difamadores.
Sin embargo, la defensa que han emprendido algunos colegas periodistas sobre la silueta contra Sheinbaum que publica Pagés Rebollar deja mal parada a la segunda.
Y es que Beatriz primero acusa de comunista a Sheinbaum y luego la denuncia como nazi. ¿Es una contradicción? Sí.
El fascismo es una cosa y el comunismo es otra. Si se mezclan, queda como ignorante el mezclador, no el acusado.
Ahí es donde se equivocan académicos como José Antonio Crespo. Por tal de defender a Pagés, Crespo intenta demostrar que comunismo y nazismo tienen el mismo origen.
Tantos ríos de tinta han corrido sobre la diferencia entre fascismo y comunismo que ya sería como llover sobre mojado.
O pregúntenle las diferencias conceptuales a alguien que sí militó en el trotskismo como Xóchitl Gálvez (lo digo sin jiribilla ).
En suma, no es justificable la campaña de odio de Pagés contra Sheinbaum valiéndose de estas imágenes hitlerianas y no es justificable la ignorancia de Crespo.
Dicho lo anterior, dejemos este asunto como una penosa anécdota y pasemos a otra cosa.
Hasta el odio tiene que mostrarse con originalidad.
