Opinión

¿Sí fuimos realmente a la Luna?

Sección Editorial

  • Por: Luis Padua Viñals
  • 10 Diciembre 2025, 04:58

¿Has notado que en redes sociales se ha desencadenado, en semanas recientes, una serie de videos cuestionando los viajes tripulados de la NASA a la Luna entre 1969 y 1972? Pues si no, te sugiero que los busques —para normar tu criterio, por supuesto—, pues hallarás más de un dato inquietante.

Con el riesgo que conlleva, debo decirle a mis lectores que soy uno de los que duda: me declaro bastante escéptico de que algún ser humano haya llegado a la Luna a bordo de una nave espacial, y veo mucho más factible que se trate de una completa fabricación, lo que la convertiría en una de las mayores mentiras que se le hayan contado masivamente a la humanidad entre el siglo XX y el XXI (aunque no la única).

A continuación, te diré por qué encuentro inverosímil la mayor parte de toda esa historia, y tú sacarás tus conclusiones. Voy a darte los tres más grandes argumentos en contra del supuesto viaje lunar tripulado, aunque en realidad hay muchos otros más. 

Empecemos con las distancias.

El “espacio” está relativamente cerca. La Estación Espacial Internacional está a unos 400 kilómetros de la superficie terrestre. A esas distancias empezaron a llegar las primeras “naves espaciales” tripuladas, como la del ruso Yuri Gagarin, que en 1961 fue el primer hombre en llegar “al espacio”, alcanzando una altitud de 327 kilómetros, con un viaje que duró sólo 108 minutos. 

Pero la Luna... esa es “otro boleto”. Nuestro satélite lunar se encuentra a 380,000 kilómetros de distancia. O sea, unas MIL veces más lejos que el viaje de Yuri Gagarin o la Estación Espacial. No cualquiera tiene clara esta diferencia.

Por eso, la primera pregunta razonable es que ¿cómo fue que en la misma década (años 60), en que apenas se logró desarrollar la tecnología para llegar con humanos al “espacio” (a 370 kms de altitud), súbitamente pudimos desarrollar otra tecnología para llegar, con tripulación humana, MIL veces más lejos? 

Sí, hay toda una explicación técnica, que incluye el uso de combustibles que llevan su propio oxígeno y que funcionan en el vacío, además de jugar con las gravedades de la Tierra y de la Luna, y nos dicen que con grandes cálculos físicos y astronómicos hicimos llegar un cohete que se iba separando en pedazos, con mucha precisión, hasta la Luna; y al final logramos hacer aterrizar en la superficie lunar una pequeña cápsula esférica con patitas —que en las imágenes del suceso luce relativamente endeble—. Pero bueno, por increíble que parezca, ¡concedamos que sí sucedió!

Ahora viene el segundo punto, más retador: despegar de regreso hacia la Tierra. 

A ver: mientras que para impulsar todas las misiones Apollo desde la Tierra a la Luna se requirieron los gigantescos motores del cohete Saturn V, con sus estruendosas combustiones y sus tres inmensos módulos, para el regreso —o sea, para el despegue de la cápsula llamada Módulo Lunar (LM) desde la superficie lunar—, en las imágenes existentes del despegue (tomadas en el viaje del Apollo 17 en 1972) no se ve ningún tipo de propulsión. Se supone que usaron un combustible hipególico que no ignita ni quema oxígeno, sino que sólo “expulsa gas a velocidades supersónicas”. Ese motor, dice la NASA, “nunca fue probado en la Tierra”, pues se creó para funcionar en la superficie lunar. Y lo hizo sin ninguna falla. ¡Ah, jijos!

Lo cierto es que, en el video que hoy existe del suceso —y que recomiendo ampliamente ver por “elocuente” (liga: https://youtu.be/9HQfauGJaTs)—, el módulo se levanta casi por arte de magia y hasta pareciera, si me permite, una película con efectos especiales de mala calidad.

Más retador aún es aceptar que, tras ese despegue, con una precisión fantástica, la pequeña cápsula se hizo embonar con el Módulo de Comando y Servicio (CSM) que orbitaba la Luna, y que llevó a la tripulación sana y salva de regreso al planeta Tierra, misma que desde el primer viaje funcionó a la perfección. Wow. Suena a una verdadera proeza humana, pero que, si se analiza fríamente, deja más incógnitas que certidumbres.

Pero concedamos, una vez más, que los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins sí fueron al satélite lunar en 1969 y regresaron de esa forma, igual que los demás tripulantes que participaron en los ocho viajes registrados.

Ahora viene la que me parece es una de las incógnitas más retadoras, sobre todo con los conocimientos que tenemos hoy y que no estaban tan claros en 1969. Hablo de la tecnología para transmisión de imágenes y audio.

Las imágenes del alunizaje y la retirada, nos dijo la NASA, se transmitieron ¡en vivo!, originadas a 380,000 kilómetros de distancia, a todo color, en una época que no existían celulares ni internet, y en que la TV funcionaba con ondas de radiofrecuencia, pues apenas se ponían en órbita los primeros satélites. Transmitir imágenes de video en la Tierra requería la existencia de antenas repetidoras cuando menos cada 50 kilómetros cuando había linea de vista, o más cerca por las montañas. 

¿Cómo nos llegaron esas imágenes tan nítidas de tan pero taaaan lejos, si aún hoy una señal enviada por antena en una misma ciudad suele tener interferencias en las TVs de los hogares? ¿No es verdaderamente increíble?

La NASA dice que envió las imágenes por ondas de radio en banda “S”, que se supone “penetra el vacío y es estable a largas distancias”. A lo que nos preguntamos: ¿por qué no usaban algo así en la Tierra para transmitir en vivo en todo el planeta en aquellos años setenta? Sí, de verdad suena demasiado increíble. Más bien, inaudito.

Y la cereza del pastel: la llamada de Richard Nixon a Neil Armstrong. Nixon le marca desde un teléfono de oficina (una landline), o sea, una conexión telefónica cableada, que se supone llega a Houston y de ahí se manda por ondas de radio en banda “S” hasta la Luna. Pero lo increíble es que no hay retraso (delay) entre preguntas y respuestas. Tan sólo en las transmisiones satelitales comunes —un servidor las vivía en los noticieros en vivo— hay un retraso de unos dos segundos cuando escuchas la pregunta del conductor. Si la señal va a la Luna, 1000 veces más lejos, ese “retraso” debería ser mucho mayor. La inteligencia artificial hoy incluso nos asegura que, al viajar por ondas de radio a velocidad luz, cuando menos debió registrarse un retardo de tres segundos entre pregunta y respuesta en dicha llamada. Pero no, ¡la llamada es perfectamente fluida! 

Ante esta incómoda pregunta, ahora la NASA responde que Houston “mezclaba la llamada para hacerla ver fluida, pero que en origen sí hubo delays”. What?

Dudas, hay muchas más: las sombras, las huellas, el que no hayan regresado jamás de nuevo a la Luna, y un largo etcétera.

Si hay tantas incógnitas complejas, ¿por qué no hay más cuestionamientos? ¿Por qué la sociedad no se “prende” más con esto? La próxima semana, en este espacio te diré por qué creo que naturalmente la gente se niega a creer que haya vivido engañada con los icónicos alunizajes estadunidenses. Nos leemos.

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