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Opinión

Siguiendo al papa. Del 14 al 20 de noviembre

Siguiendo al Papa

El Papa León XIV: “La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales en torno a la degradación del ambiente; debería ser una mirada distinta”. …Hablamos de una conversión ecológica, que los cristianos no pueden separar de ese cambio de dirección que les requiere seguir a Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, estamos reflexionando, en este año jubilar dedicado a la esperanza, sobre la relación entre la Resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual. A veces, Jesús, también nos quiere preguntar: “¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Los desafíos, de hecho, no se pueden afrontar solos y las lágrimas son un don de vida cuando purifican nuestros ojos y liberan nuestra mirada.

El evangelista Juan nos llama la atención sobre un detalle que no encontramos en los otros Evangelios: llorando cerca de la tumba vacía, la Magdalena no reconoció enseguida a Jesús resucitado, sino que pensó que era el custodio del jardín. De hecho, ya narrando la sepultura de Jesús, al anochecer del viernes santo, el texto era muy preciso: “En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado”. (Jn 19, 41-42).

Termina así, en la paz del sábado y en la belleza de un jardín, la dramática lucha entre tinieblas y luz desatada con la traición, el arresto, el abandono, la condena, la humillación y el asesinato del Hijo que “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Cultivar y custodiar el jardín es la tarea originaria (cfr Gen 2,15) que Jesús llevó a su término. Su última palabra en la cruz – “está cumplido” (Jn 19,30) – invita a cada uno a reencontrar la misma tarea, su tarea. Por esto, “inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (v. 30).

Queridos hermanos y hermanas, ¡María Magdalena, entonces, no se equivocó del todo, creyendo que encontraba al cuidador de la huerta! De hecho, debía volver a escuchar el propio nombre y comprender la propia tarea del Hombre nuevo, la que en otro texto de Juan dice: “hago

nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). El Papa Francisco, con la encíclica Laudato si’, nos indicó la extrema necesidad de una mirada contemplativa: si no es cuidador del jardín, el ser humano se convierte en su devastador.

La esperanza cristiana, por lo tanto, responde a los desafíos que enfrenta toda la humanidad hoy…

El Paraíso no está perdido, sino que es encontrado. La muerte y resurrección de Jesús, por lo tanto, son el fundamento de una espiritualidad de la ecología integral, fuera de la cual las palabras de la fe se quedan sin conexión con la realidad y las palabras de la ciencia se quedan fuera del corazón. “La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia” (Laudato si’, 111).

Por esto, hablamos de una conversión ecológica, que los cristianos no pueden separar de ese cambio de dirección que les requiere seguir a Jesús. El hecho de que María se volviera aquella mañana de Pascua es una señal de esto: solo de conversión en conversión pasamos de este valle de lágrimas a la nueva Jerusalén. Así, los hijos y las hijas de la Iglesia pueden hoy encontrar millones de jóvenes y de otros hombres y mujeres de buena voluntad que han escuchado el grito de los pobres y de la tierra dejándose tocar el corazón. Por otro lado, además “el cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje” (Sal 18,1-5).

El Espíritu nos dé la capacidad de escuchar la voz de quien no tiene voz. Acogiendo y cumpliendo cada uno su propia tarea.

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