En un mundo de distracciones y vanidades, tengan cada día un tiempo para cerrar los ojos y mirar sólo a Dios. Él, aunque a veces parezca silencioso o ausente, se revela a quien lo busca en el silencio. Mientras se esfuerzan en hacer el bien, les pido que sean contemplativos como san Chárbel: rezando, leyendo la Sagrada Escritura, participando en la Santa Misa, deteniéndose en adoración.
VIAJE APOSTÓLICO LIBANO, ENCUENTRO CON LOS JÓVENES.
Queridos jóvenes del Líbano, ¡la paz esté con ustedes! Este es el saludo de Jesús resucitado (cf. Jn 20,19) y sostiene la alegría de nuestro encuentro. El entusiasmo que sentimos en el corazón expresa la amorosa cercanía de Dios, que nos reúne como hermanos y hermanas para compartir la fe en Él y la comunión entre nosotros.
Estamos todos reunidos aquí para escucharnos mutuamente, yo el primero, pidiendo al Señor que inspire nuestras decisiones futuras. En este sentido, los testimonios que han compartido con nosotros realmente nos abren la mente y el corazón.
Sus relatos hablan de valentía en el sufrimiento. Hablan de esperanza en la desilusión, de paz interior en medio de la guerra. Son como estrellas luminosas en una noche oscura, en la cual ya vislumbramos el resplandor del alba. Queridos jóvenes, quizá lamenten haber heredado un mundo desgarrado por guerras y desfigurado por injusticias sociales. Y, sin embargo, hay esperanza… Ustedes tienen Esperanza. Ustedes tienen tiempo. Tienen más tiempo para soñar, organizar y realizar el bien. ¡Ustedes son el presente y en sus manos ya se está construyendo el futuro! Y tienen el entusiasmo para cambiar el curso de la historia. La verdadera resistencia al mal no es el mal, sino el amor, capaz de curar las propias heridas mientras sana las de los demás.
La dedicación de Anthony y María por quienes estaban en necesidad, la perseverancia de Elie y la generosidad de Joelle son profecías de un futuro nuevo, que debe anunciarse mediante la reconciliación y la ayuda recíproca. Así se cumple la palabra de Jesús: “Bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia” “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (cf. Mt 5,4.9). Queridos jóvenes, ¡vivan a la luz del Evangelio y serán bienaventurados a los ojos del Señor!
Su patria, el Líbano, florecerá hermosa y vigorosa como el cedro, símbolo de la unidad y fecundidad del pueblo. Ustedes saben bien que la fuerza del cedro
está en las raíces, que normalmente tienen la misma extensión que las ramas... Así también, el gran bien que hoy vemos en la sociedad libanesa
es el resultado del trabajo humilde, oculto y honesto de tantos hacedores del bien, de tantas raíces buenas que no quieren hacer crecer sólo una rama del cedro libanés, sino todo el árbol, en toda su belleza. Recurran a las raíces buenas del compromiso de quienes sirven a la sociedad y no se sirven de ella para interés propio. Con un compromiso generoso por la justicia, proyecten juntos un futuro de paz y desarrollo. ¡Sean la savia de esperanza que el país espera!
A propósito, sus preguntas permiten trazar un camino ciertamente exigente, pero por eso mismo apasionante.
Me han preguntado dónde encontrar el punto firme para perseverar en el compromiso por la paz. Queridos amigos, ese punto firme no puede ser
una idea, un contrato o un "principio moral. El verdadero principio de vida nueva es la esperanza que viene de lo alto: ¡es Cristo! Jesús murió y resucitó para la salvación de todos. Él, el que vive, es el fundamento de nuestra confianza; Él es el testigo de la misericordia que redime al mundo de todo mal. Como recuerda san Agustín, haciendo eco al apóstol Pablo: «de Él tenemos paz […] y nuestra paz es Él en persona» La paz no es auténtica si es sólo fruto de intereses particulares; es verdaderamente sincera cuando yo hago al otro lo que quisiera que el otro hiciera conmigo (cf. Mt 7,12).
Con profundo discernimiento, san Juan Pablo II decía que «no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón» Y es así. Del perdón proviene la justicia, que esfundamento de la paz."
