Cuentan que es una película prohibida. Que es casi imposible verla en cines comerciales. Se titula: Sound of Freedom.
La trama aborda un problema gravisimo: el tráfico de menores de edad.
Es la historia verdadera de Tim Ballard, un agente norteamericano que tras vivir varios casos de pederastia en Colombia, decide investigar este gigantesco entramado criminal.
No hay delito más bestial, más horripilante, que aquel que se comete en contra de una niña o un niño.
Además, el tráfico de menores es un negocio oscuro, que se mueve en las sombra y que raramente se asoma a la luz pública. ¿Por qué?
Simple: porque involucra a mucha gente poderosa, a grandes capitales y a mercenarios voraces y lobos envueltos en piel de ovejas.
Dado que la película Sound of Freedom, protagonizada por Jim Caviezel y Mira Sorvino, la produce Eduardo Verástegui, y la promueve Mel Gibson, muchos amigos míos de izquierda no quieren darle el crédito correspondiente.
Al revés me pasó cuando en este mismo espacio recomendé el muy bien documentado libro: Disposable People: New Slavery in the Global Economy (Personas desechables: nuevo esclavos en la economía global) de Kevin Bales.
Gente de derecha me acusó entonces por promover a Bales, un escritor de evidente tendencia progresista.
El autor revela sus investigaciones en Tailandia, Brasil, México y otros países donde se esclaviza impunemente como comercio sucio a menores de edad.
Sus estudios de caso demuestran que en la actualidad las víctimas de esclavitud no son vistas como inversión a largo plazo: se les explota y luego se les deshecha, porque el traficante siempre puede reemplazarlos por otras víctimas.
Que no nos distraiga la atención de este grave problema que nos compete a todos, las tendencias ideológicas ni las diversas formas de pensar.
Es importante, eso sí, velar por que los objetivos de las acusaciones contra criminales de trata de personas se hagan con rigurosidad y evidencias claras y no se usen con fines políticos.
Todos debemos luchar en contra del tráfico de menores en el mundo.
