Opinión

Tiempos mejores

Sección Editorial

  • Por: Felipe de Jesús Cantú
  • 23 Octubre 2023, 20:31

La nostalgia se ha convertido en una fuente inagotable de recuerdos mezclados con añoranza, placer y pena, a veces con dolor. También la nostalgia ha producido uno de los más pujantes mercados comerciales de nuestra actualidad.

Es nuestra naturaleza mirar al pasado con esa sensación de que los tiempos pasados siempre fueron mejores y nos acercamos a ellos de modo que nos arrancan un suspiro, una lágrima o una sensación de vacío en nuestra vida. Es por ello que con frecuencia calificamos bajo a las nuevas modas y a la nueva música, porque, por lo regular, no nos acerca a ese pasado bendito en el que ya estuvimos y al que no queremos dejar.

El recuerdo de niños jugando en la calle me invade. Beisbol, futbol, calabaceado, bebe leche, a brincar la cuerda, capirucha, la viborita (con corcholatas de refresco), billetes hechos con cajetillas de cigarro, canicas, escondidas y la aventura de explorar la tierra en un lote baldío, eran como un escape del mundo ordinario, para entrar en una fantasía sin uso de aparatos electrónicos.

Por supuesto que cada juego tenía lo suyo, y nos unía con los amigos y vecinos, producía la creatividad e integraba al mosaico de personalidades infantiles en algo que todos queríamos.
Esos amigos y vecinos ya no están frente a nosotros y no hay madre a la cual pedirle permiso de salir a jugar, generando el vacío y la ausencia que la definición de nostalgia define como los generadores de ese sentimiento, como si fuera una pérdida.

La realidad es otra. Cada cosa, amistad y experiencia que vemos perdida, es una que tenemos presente en nuestra memoria y carácter que forjamos gracias a eso. Somos lo que vivimos en el pasado y somos quienes aprendimos de cada momento hasta llegar al presente.

Dejar sin valor al pasado es contrario a la lógica y una injusticia para nuestra propia vida. Sin embargo, la sobrevaloración es también una injusticia por reducir el impacto que el presente y futuro tienen para nosotros. Así que, ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.

Basados en el pasado, construimos el presente y desde ahora adosamos nuestro futuro, pero…
¿Por qué el presente es tan rebajado de valor por muchos de nosotros? La nostalgia influye, si, pero no es lo único.

La expresión pasiva de que “siempre vendrán tiempos mejores”, riñe un poco con los tiempos mejores que podemos construir y construimos con nuestros actos, sin que tengamos que restar valor a lo bueno y lo malo que enfrentamos.

Lo cierto es que podemos y lo hacemos, construir el futuro con los aprendizajes de esa niñez, adolescencia y etapas posteriores, sin desprendernos de ello como si fueran una carga física.

El optimismo no es la más fuerte de nuestras herramientas, si consideramos las noticias y las guerras, físicas o mentales, y aún así le dejamos a los demás la responsabilidad de construir nuestro futuro, con altas expectativas en ellos y pocas en nosotros.

Si los tiempos del pasado se nos aparecen para reiterarnos a nosotros mismos que todo lo pasado era mejor, quizá nos estamos perdiendo en el camino y dejamos de disfrutarlo como deberíamos para seguir aprendiendo. En cada momento presente está sentado el futuro que podemos construir y la mejor parte es el disfrute.

La acción siempre es más llamativa, pero también debemos de disfrutar la tranquilidad de un vistazo a un paisaje y el sonido de un ave canora que nunca se ha preocupado por su comida y subsistencia. También son elementos que construyen el porvenir.

No es que dejemos que todo suceda y no hagamos nada, sino más bien que encontremos el equilibrio entre los elementos que tenemos frente a nosotros y dentro de nosotros.
La tristeza y el placer se mezclan en la nostalgia. La alegría de vivir no está sólo en el pasado, por lo que bien haremos en nuestro presente en construir nuestra mejor versión para enfrentar la vida como profesionales.

Saborear un alimento como si fuera la primera vez, escuchar a los demás como la primera vez, respirar como si fuera la última vez, abrazar como si fuera la última oportunidad de demostrar algo a esa persona, son ingredientes que nos demostrarán que cada momento cuenta.

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