Donald Trump ha presentado su nueva ofensiva fiscal: un recorte de impuestos corporativos del 21% al 15%, junto con un arancel generalizado del 10% a las importaciones, que podría llegar hasta el 25% en el caso de México. El plan, firmado el 4 de julio de 2025, implicará un aumento del déficit fiscal estadounidense de entre 3.3 y 3.4 billones de dólares en la próxima década, y dejaría sin cobertura médica a unos 12 millones de estadounidenses.
Pero el impacto no termina en EUA. México, como principal socio comercial, se encuentra en la línea de fuego. En 2024 exportó más de 500 mil millones de dólares a EUA, cifra equivalente al 30% de su PIB. El 89% de esas exportaciones son manufactura: autos, electrónicos, maquinaria. Si se impone un arancel del 25%, como ya propone Trump, el golpe sería directo al corazón industrial del país.
Los efectos serían múltiples: inflación por encarecimiento de insumos importados, pérdida de empleo en la frontera, desaceleración de inversiones en nearshoring y un choque en el tipo de cambio. A ello se suma el riesgo de presiones unilaterales sobre el T-MEC, bajo la lógica de "reciprocidad agresiva" que Trump ha prometido imponer.
Más allá de las cifras, el verdadero peligro es estratégico: Trump no está negociando con aliados, sino con rivales. Su nacionalismo económico no deja espacio para la cooperación regional. México, acostumbrado a depender del mercado estadounidense, debe tomar nota: no hay certidumbre en una relación tan desequilibrada.
Reflexión final
¿Puede México seguir apostando su desarrollo a un solo socio comercial? La era de Trump obliga a repensar el modelo: diversificación de mercados, fortalecimiento del contenido nacional y una estrategia industrial propia. Trump puede volver... pero México necesita avanzar, aunque eso signifique romper con décadas de dependencia.
