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Opinión

Un pan, mi abuelo y yo

Familia Viva

¡Qué gusto saludarlos arrancando el mes de febrero! Este mes, las columnas semanales las vamos a dedicar a las relaciones entre personas: amigos, parejas, abuelos y nietos.

Justo quiero comenzar compartiéndoles una escena de la vida real que me tocó presenciar en días pasados y de inmediato supe que debía escribir sobre esto.

Vi a lo lejos a un señor de aproximadamente 75-80 años, que venía caminando de espaldas hacia mí.

Lo que me llamó la atención es que venía bailando, casi brincando, con un pan tipo galleta grande en su mano derecha. Me detuve a observar la escena porque no podía creer cómo alguien de su edad venía bailando solo, como si nadie lo viera, moviéndose con una alegría contagiosa. En pocos segundos, logré ver que no venía solo. Traía pareja de baile, pero no era alguien de su edad ni de su tamaño: era un pequeño niño de no más de 4 años que, con otro pan en su mano, perseguía, brincando y bailando, a su abuelo. Me quedé parada viéndolos hasta que el abuelo me descubrió observándolos y solo pude decirle: “¡Están lo máximo ustedes dos!”. Él se rió con un poco de vergüenza, pero siguieron su danza por aquel pasillo infinito.

Los niños pequeños no pueden razonar como nosotros, pero estoy segura de que este momento, aunque breve para los adultos, estaba construyendo el cerebro de este nieto feliz. Son precisamente las experiencias, positivas o negativas, las que moldean el tipo de adulto en el que nos convertimos.

Se ha hablado mucho de las ACEs (Adverse Childhood Experiences, o Experiencias Adversas en la Infancia) y de las PCEs (Positive Childhood Experiences, o Experiencias Positivas en la Infancia). Un reciente estudio del Centro de Primera Infancia del Tec de Monterrey nos dice que en México, al menos 9 de cada 10 adultos aseguran haber vivido al menos una Experiencia Adversa en la Infancia (ACEs), tales como descuido, maltrato físico, maltrato emocional o abuso, entre otras. Seis de cada diez adultos mexicanos sufrieron varias de estas experiencias, y cuando alguien vive cuatro o más de ellas, hay una alta correlación con problemas como obesidad, depresión y ansiedad en la vida adulta.

Esta historia del abuelo bailarín con su pan en la mano y su nieto detrás de él es un ejemplo de una Experiencia Benevolente en la Infancia (BCEs). La responsabilidad de la salud mental y el desarrollo integral de nuestros niños es un trabajo de todos: educadores, padres, abuelos, instituciones y gobierno. Podemos sumar más experiencias positivas para equilibrar la ola de experiencias negativas que, sin darnos cuenta, estamos normalizando día a día. Súbete a la ola de ser un promotor de armonía, respeto y cariño para quienes aún no logran poner en palabras su mundo.

Me puedo imaginar lo que pensaba, sin poder decirlo, este nietecito bailarín. Si pudiera hablar como adulto, creo que diría algo así:

”Abuelo: Me hace muy feliz cuando estamos juntos. Desde el momento en que fuimos a esa panadería a comprar mi pan favorito, la libertad que me das para bailar y perseguirte, el que te vuelvas un niño a mi lado... Por cierto, bailas muy bien. Gracias por hacer momentos únicos que solo tú y yo vamos a recordar.

Atentamente, Tu nieto favorito.”

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