“Según Japan Times, en 2020 se quitaron la vida casi 21,000 japoneses, 750 más que el año anterior. El incremento recluta sobre todo menores de edad y mujeres, y se vio especialmente agravado por la pandemia.
De hecho, Japón podría considerarse el país más silencioso del mundo: el 15% de los adultos que viven solos tienen menos de una conversación cada dos semanas. Vivir solo, por cierto, aumenta el riesgo de enfermedad cardiaca un 29%, exactamente igual que si fumáramos media cajetilla de cigarrillos, y dobla la posibilidad de padecer alzhéimer.
Además, la soledad reporta pérdidas de hasta €35,000 millones de euros anuales, según el gobierno británico.
Otros estados de Occidente, como Francia, Alemania o Canadá, han emprendido políticas dirigidas a reforzar los vínculos afectivos de los más mayores, involucrando tanto a los vecinos como a distintos profesionales de la administración, como solución a la soledad. Son tan incipientes que aún no hay resultados.
¿Y qué ocurre en España? Los datos de Cruz Roja indican que el 27% de los mayores que atienden no reciben visitas nunca o casi nunca, y un 23% no tiene a nadie a quien contarle sus preocupaciones.
De hecho, el programa del gobierno de coalición PSOE-Podemos recoge la aprobación de una estrategia frente a la soledad no deseada.
El sindicato UGT ya ha instado al Ejecutivo a elaborarla, al tiempo que la Comisión de Derechos Sociales del Senado. A nivel local, en Barcelona, por ejemplo, hace tiempo que funciona el proyecto Radars, una aplicación impulsada por Servicios Sociales que permite a los usuarios hacer videoconferencias o recibir mensajes, entre otras prestaciones.
Madrid, por su parte, impulsó Madrid Vecina (de carácter vecinal) y Madrid Contigo (de carácter institucional) para reforzar la teleasistencia, ayuda a domicilio y distintos talleres en los centros de día. Son sólo dos ejemplos, pero hay otras ciudades con programas similares.
En Japón, país donde el suicidio y la soledad son problemas nacionales, la elevada autoexigencia y el concepto del pundonor (el deber ser kantiano) llevados al extremo, en principio, están muy alejados de nuestra manera mediterránea de encarar el lado menos amable de la vida: tenemos bares, vamos al futbol (o lo vemos en los bares), nos despachamos a la primera de cambio con nuestros allegados. ‘Todavía es pronto para pensar en la posibilidad de crear en España un Ministerio de Soledad.
En primer lugar, porque, afortunadamente, no es un problema crítico, y, en segundo lugar, porque aún no se ha visto que un modelo similar implantado en otros países sea eficaz’, explica la psicóloga Elsa Ramírez. ‘El problema se intensificará a medio plazo porque las generaciones más jóvenes cada vez tendrán una mayor dependencia de la tecnología como sustituto de las relaciones presenciales, lo que conducirá a elevar los índices de soledad’.
Un problema al que cabe poner remedio para evitar que el futuro se parezca al relato de Ballard, Unidad de cuidados intensivos, en el que los humanos hacen su vida sin salir de casa, a través de sus pantallas, y siempre solos. Lo escribió en 1965”.