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Opinión

¿Y la seguridad?

En visión de un millennial

Nuevo León es cuna de innumerables éxitos industriales y empresariales, tristemente hoy se enfrenta a un desafío que afecta el bienestar y desarrollo de sus habitantes: la seguridad. No es sólo una cuestión de cifras y estadísticas; es una realidad que se siente en las calles, en las conversaciones cotidianas y en el palpable temor de su gente.

Es esencial entender que sin seguridad no hay nada. Sin seguridad, no hay inversión. Sin seguridad, no hay tranquilidad en los hogares. Sin seguridad, no hay garantía de que los niños crezcan en un ambiente de paz. La seguridad es un tema prioritario que debe ser tratado con la seriedad y responsabilidad que exige.

Resulta sorprendente y preocupante que, a pesar de los altos índices de inseguridad que aquejan al estado, no se perciba una postura firme y decidida por parte del gobierno estatal. Si bien es cierto que la seguridad es un desafío complejo que involucra múltiples factores, la falta de acciones contundentes y medidas efectivas por parte de las autoridades es inaceptable.

Aquellos tiempos oscuros que se vivieron hace más de una década, se recuerdan con angustia. Se esperaría que, con esas lecciones del pasado, las autoridades actuales tuvieran un plan estratégico y efectivo para enfrentar y erradicar esta problemática. Sin embargo, lo que observamos es una ciudadanía inquieta, temerosa e insatisfecha con las respuestas gubernamentales.

La pregunta que se impone es: ¿Cómo es posible que, con los recursos y capacidades de Nuevo León, no se haya podido establecer una estrategia de seguridad efectiva? ¿Dónde está el compromiso real con los ciudadanos que día a día claman por paz y tranquilidad?

La respuesta a esta problemática no es sencilla, pero es claro que se necesita una revisión profunda de las estrategias actuales y una verdadera voluntad política para enfrentar el problema. Además, es indispensable que haya una colaboración estrecha entre los diferentes niveles de gobierno, la sociedad civil y el sector privado.

Los ciudadanos de Nuevo León merecen vivir en un ambiente de paz y seguridad. Merecen un gobierno que escuche sus preocupaciones, que actúe con determinación y que ponga la seguridad como su máxima prioridad. La inseguridad no sólo afecta la calidad de vida de sus habitantes, sino que pone en riesgo el potencial de crecimiento y desarrollo del estado.

Es hora de que Nuevo León retome el camino de la seguridad y la paz. La ciudadanía no puede esperar más. La seguridad es un derecho fundamental y es responsabilidad del gobierno garantizarla. Es hora de darle a Nuevo León la seguridad que su gente merece.

La historia de Nuevo León está marcada por la determinación y el esfuerzo. Su gente ha demostrado, una y otra vez, su capacidad para superar adversidades. Sin embargo, el reto de la inseguridad no es algo que deba recaer únicamente en la resiliente naturaleza de su población. Es un deber ineludible de las instituciones y de aquellos que tienen el mandato de proteger y servir a la comunidad.

Resulta desconcertante observar cómo aquí mismo en el estado se han implementado anteriormente exitosas estrategias de seguridad que han devuelto la tranquilidad a sus habitantes. ¿Por qué, entonces, Nuevo León no puede replicar dichas estrategias? ¿Por qué no aprender de aquellos que han logrado contener y reducir la inseguridad? ¿Por qué no aceptan que necesitan ayuda? ¿Por qué se niegan a aceptar a quien sí le sabe y ya lo resolvió?

Es evidente que no existe una solución mágica que resuelva de la noche a la mañana los problemas de inseguridad. Sin embargo, con determinación, planificación y la colaboración activa de toda la sociedad, es posible revertir esta situación

Las familias neoleonesas merecen pasear por sus calles sin temor, merecen vivir en un ambiente donde la paz y la tranquilidad no sean un lujo, sino una realidad cotidiana.

Es imperativo que las autoridades de Nuevo León entiendan que la seguridad no es sólo una parte de su agenda gubernamental, sino la base sobre la cual se construye cualquier proyecto de desarrollo y bienestar. Las voces de los ciudadanos no pueden seguir siendo ignoradas, porque eso resulta hasta ingrato. ¿Por qué? Porque el pueblo es el que vota y pronto volverá a votar.

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