El 1 de julio conmemoramos el quinto aniversario de la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), un acuerdo que marcó el inicio de una nueva etapa en la integración económica de América del Norte.
Sustituyendo al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el T-MEC no solo actualizó las reglas del comercio trilateral, sino que sentó las bases para un modelo más moderno, justo y estratégico de cooperación regional.
El T-MEC fue el resultado de un complejo proceso de renegociación, impulsado por la necesidad de adaptar el acuerdo original —vigente desde 1994— a los desafíos del siglo XXI. En este nuevo marco se incorporaron capítulos clave sobre comercio digital, propiedad intelectual, prácticas laborales, medio ambiente, PyMES, combate a la corrupción y mecanismos de solución de controversias más robustos. También se fortalecieron sectores estratégicos como el automotriz, el agroindustrial y el energético, garantizando reglas claras para atraer inversión y promover el desarrollo con una visión de largo plazo.
Cinco años después, los resultados son evidentes: el T-MEC se ha consolidado como la columna vertebral del modelo exportador de México. Es un motor probado de empleo, inversión y desarrollo para millones de familias mexicanas.
Gracias a él, nuestro país se ha posicionado como un socio confiable en las cadenas de suministro globales, particularmente en momentos en que el mundo busca certidumbre, cercanía y reglas claras para hacer negocios. Empresas globales han volteado a vernos como el lugar ideal para instalar centros de producción, logística e innovación. Inversiones históricas están llegando a nuestro territorio en sectores clave como los semiconductores, la electromovilidad, la manufactura avanzada, el farmacéutico y el de tecnologías de la información. Esto representa oportunidades económicas, pero va más allá: significa empleos bien remunerados, transferencia de tecnología, capacitación técnica y crecimiento regional equilibrado.
En este contexto, desde el Senado de la República celebramos este importante aniversario, pero además refrendamos nuestro compromiso con la defensa y el fortalecimiento del tratado ante su próxima revisión en 2026.
El T-MEC no es solo un instrumento comercial: es una plataforma de desarrollo nacional y regional que debemos cuidar y actualizar constantemente. En tiempos de incertidumbre global y tensiones geopolíticas, el T-MEC ha demostrado ser una herramienta estratégica para fortalecer la soberanía económica, diversificar nuestras exportaciones y elevar la competitividad de nuestras industrias.
Como Presidente de la Comisión de Seguimiento a la Implementación del T-MEC, estoy convencido de que este tratado es nuestra mejor herramienta para profundizar la cooperación trilateral, consolidarnos como una potencia regional con voz propia, pero, sobre todo, hacer frente a los desafíos comunes: la transición energética, la automatización, el cambio climático, la digitalización y las desigualdades sociales.
Nuestro deber como representantes del pueblo es vigilar que los compromisos del tratado se cumplan cabalmente, garantizar que los beneficios lleguen a todas y todos los mexicanos, y trabajar para que el T-MEC evolucione de manera permanente. Esto incluye atender temas sensibles como las diferencias en materia laboral, energética o medioambiental, pero siempre con visión de Estado, defendiendo los intereses nacionales y el bienestar de nuestra gente.
Hoy más que nunca, debemos defender el T-MEC como un tratado comercial, pero también como una herramienta de soberanía compartida, de desarrollo incluyente y de prosperidad regional.
A cinco años de su entrada en vigor, tenemos motivos para celebrar y la certeza de que es a través de éste que podemos seguir creciendo.
Desde el Senado, trabajaré para fortalecer la integración de América del Norte en beneficio de nuestra gente.
