En opinión de los orquestadores de los diferentes movimientos animalistas y antitaurinos en el mundo, la tauromaquia o fiesta de los toros es el último vestigio de barbarie de la humanidad y, según la interpretación que ellos le dan, esta forma de “barbarie” es motivo suficiente para alimentar sus movimientos con la intención de erradicarla de la faz de la tierra.
Sin embargo, la Real Academia de la Lengua Española define “barbarie” como: Falta de cultura o civilidad. salvajismo, ignorancia, incultura y barbarismo, mismo que efectivamente se vivió el pasado domingo 28 de enero en la Monumental Plaza de Toros México, pero contrario a lo que los “antis” dicen, esto ocurrió no dentro del ruedo, sino fuera de él, en el perímetro del inmueble donde aficionados a la fiesta más bella de todas las fiestas y el propio e histórico Coso de los Insurgentes, fueron violentados, agredidos y vandalizados por una turba de “civilizados” animalistas cobardes y encapuchados que, violentando el derecho humano y constitucional de la libertad, a la fuerza pretenden imponer su cerrazón y prohibir la celebración cultural de las corridas de toros.
Civilizadamente es vergonzoso ver las imágenes difundidas por distintos medios donde esta turba de vagos y cobardemente encapuchados manifestantes a sueldo agredieron insultando y bloqueando el libre tránsito de aficionados y personas decentes, como a las instalaciones del Coso Monumental con picos y palas, mientras la autoridad policial preventiva frente a la flagrancia de las faltas y seguramente delitos cometidos también, no sólo no intervinieron eficientemente para salvaguardar la integridad de las personas y el inmueble, sino que sencillamente no reportaron a ningún detenido.
No hay que olvidar que aquí en Monterrey, en septiembre de 2022, una turba de animalistas aprovechando la oscuridad de la noche vandalizaron, pintaron, poncharon llantas y robaron accesorios a más de una treintena de autos estacionados en el perímetro de la Plaza de toros donde aficionados los habían dejado estacionado para ver una corrida nocturna y la autoridad local, para variar, tampoco reportó detenidos.
Por ello, cobardes son aquellos que ocultando el rostro no dan la cara para manifestarse de manera pacífica y civilizada porque eso no les da el estrellato en las noticias y, por el contrario, violentando personas y bienes, enarbolando en su bandera la supuesta defensa del bienestar animal, cuando son ellos mismos los que se han comportado de manera salvaje, peor que los propios animales, les obsequia los encabezados informativos, ensuciando con ello no a una corrida de toros, sino una auténtica fiesta que celebraba la legalidad y la libertad y a la que asistieron 44,000 almas, nada más.
Erradicar este tipo de barbarie es lo que el sentido común obligaría a la autoridad con las atribuciones que las leyes les otorga; sin embargo, la prohibición de las corridas de toros en aras de la defensa del supuesto bienestar animal se ha convertido en un atractivo y lucidor “botín” político y convenenciero en esta época electoral, donde lo que importa no es mediar civilizadamente y mucho menos aceptar la coexistencia, ni respetar el criterio, el gusto o las aficiones de los demás, sino mostrar “el músculo” de choque tumultuoso para ofrecer su respaldo, al mejor postor y entiéndase aquí, al candidato que mejor le convenga sumar electores simpatizantes del muy rentable y humanitario “bienestar animal”.
En apariencia, estimado lector, resulta irónico que estos movimientos buscan que los seres humanos respetemos (como si no lo hiciéramos) a los animales, cuando son ellos mismos, los que ni por asomo, respetan a sus similares; es decir, a las personas y por ende, contribuyentes y su derecho humano y constitucional al goce y disfrute de la libertad, pero ignorantes e incultos al fin, no comprenden que por unos pocos centavos con los que venden sus actos vandálicos, ellos más que agresores son cómplices de la turbia estrategia comercial oculta que los financia, al pretender prohibir las corridas de toros, para eliminar “la barbarie” en la humanidad y con ello darle un sentido más humano al mundo por medio de una mascotita, de esas que regalan en forma de adopción y que a la postre hará a sus dueños consumidores de sus productos y servicios por lo que “ese nuevo miembro de la familia” les dure con vida; es decir, algo así, como entre 15 y 18 años de consumo obligado.
Y si no me cree, considere que solamente en Nuevo León el universo de mascotas entre perros y gatos rondan los 2 millones 141,000 ejemplares y que diariamente tienen que alimentarse y atenderse a costa del dinero de sus dueños, entonces, estimado lector, si no quiere sumarle, solamente estime con esos números cuán rentable no será para los cerebros y orquestadores de estos movimientos el oculto negocio de erradicar las corridas de toros como último vestigio de barbarie de la humanidad para imponer de forma vandálica en la sociedad “ese chip más humano” enarbolando el supuesto bienestar animal.
Por hoy es todo, medite lo que le platico, estimado lector, esperando que el de hoy sea un reflexivo inicio de semana, por favor cuídese y ame a los suyos; me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco, con sus hermosas palabras: “Tengan la bondad de ser felices”, nos leemos Dios mediante aquí el próximo lunes.