El 25 de agosto de 1982 arrancó la campaña de Óscar Herrera Hosking, candidato del PRI a la alcaldía de Monterrey, con un convivio que le organizó la Sociedad Mexicana de Ingenieros en el Club Internacional de Monterrey. En su mensaje, conminó a sus colegas a participar en la solución de los problemas sociales y urbanos de la comunidad regiomontana.
El día 30 llevó a cabo su primer acto popular en la colonia Garza Nieto, donde se comprometió a gestionar la instalación de tomas domiciliarias de energía eléctrica y agua, y a legalizar sus viviendas a través del programa estatal Tierra Propia. Con la etiqueta de campaña austera, procuró evitar los grandes mítines, priorizando la visita casa por casa, acompañado de un reducido equipo de colaboradores, para dar una imagen de precariedad.
El 12 de septiembre se reunió con 235 representantes de las Juntas de Mejoras de la ciudad. Les propuso crear una asociación cívica para brindar apoyo a la comunidad y mejorar los servicios públicos. Más tarde, se congregó con la Unión de Comerciantes del Norte, quienes le pidieron rehabilitar la Calzada Madero, que se encontraba en ruinas.
El 8 de octubre, en la unidad INDECO “Francisco Naranjo”, el gobernador Martínez Domínguez inauguró, junto con el alcalde de la ciudad, Pedro F. Quintanilla, y el candidato priista, obras por más de $500 millones de pesos para beneficiar a vecinos de colonias populares. Ocasión que aprovechó el mandatario estatal para exhortar a la comunidad “a votar el 14 de noviembre por Óscar Herrera y el PRI, para refrendar con nuestro sufragio la continuidad de un sistema y un gobierno que fundamentalmente atiende a los de abajo”. En su última semana de campaña, sin discreción alguna, entregó obras en varias colonias. Por ejemplo, el 7 de noviembre, en Fomerrey 35, inauguró la ampliación de la avenida Camino Real, que tuvo un costo superior a los $5 millones de pesos; en la colonia Mariano Escobedo, inauguró la instalación de un semáforo y un teléfono público; y, en la Alfonso Reyes, entregó escrituras dentro del programa Tierra Propia, entre otras.
Al día siguiente, a las 19:00 horas, se realizó su cierre de campaña en las instalaciones del Gimnasio Nuevo León. Ante cerca de cinco mil simpatizantes expresó: “Comparezco ante ustedes, después de casi tres meses de jornadas de intensa comunicación con mis conciudadanos, donde se visitaron más de 250 colonias, se llevaron a efecto cerca de 100 reuniones con grupos revolucionarios. Vuelvo empapado de la sabiduría popular. Vuelvo inflamado por la inconformidad de un millón de inconformes (sic). Caminando la ciudad, palmo a palmo, los jóvenes me contagiaron de su entusiasmo; los viejos, su visión de un Monterrey altivo, ufano, que quiere volver por sus fueros”.
Una semana antes de la elección, un medio local realizó un balance de su campaña, señalando que Herrera Hosking no sólo era un desconocido: “también era un orador inexperto, rodeado de ingenieros y poco ducho para las entrevistas de prensa”. Esta desventaja, puntualizó el editorialista, “acabó siendo el mejor patrimonio del candidato priista: por nuevo, por inexperto, nadie le pide cuentas de los errores pasados de otros alcaldes; por orador inexperto, sus discursos fueron oídos sin temor a la demagogia tradicional. Su sencillez lo hizo más pueblo. Los ingenieros que lo rodeaban tenían a su favor, por lo menos, que no eran la caterva que cada tres años arropan y estrangulan a los candidatos”. La supuesta barrera del anonimato la franqueó con una campaña intensiva: “carteles poco profesionales, jingles de radio un tanto rancheros, que fueron un alivio para un público harto de la publicidad impecable y de los jingles agringados de otras campañas”.
De esta manera concluyó la campaña de un candidato desconocido, que gastó suelas recorriendo colonias, manifestó interés por los pobres y fortaleció el clientelismo priista al entregar obra pública para “amarrar” el voto de las personas humildes.