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Opinión

Niño Fidencio

Pensando en La gente

Durante la contienda electoral para elegir diputados locales, celebrada el 28 de julio de 1929, se presentaron diversas irregularidades: disparos de arma cerca de las oficinas de un partido político, riñas en algunos municipios, robo de urnas, amenazas, confusión en el domicilio de las casillas electorales, así como impedir violentamente la instalación de estas últimas, como ocurrió en Espinazo, en el municipio de Mina, por parte del Niño Fidencio, veámoslo a continuación.

Antes de la llegada de Fidencio, Espinazo era una pequeña comunidad en medio del desierto con una estación de ferrocarril que unía Saltillo y Piedras Negras. Entre 1900 y 1921 tenía una población de 117 a 154 habitantes; a finales de los veinte había alcanzado los 1,184 habitantes, sin contar la población flotante compuesta por los enfermos, que llegaron a sumar más de mil cada año. La zona se había convertido en un centro de peregrinación.

Desde 1927, José de Jesús Fidencio Constantino Síntora (1898-1938), mejor conocido como El Niño Fidencio, se había convertido en el principal curandero del noreste de México. La visita del presidente Plutarco Elías Calles, ocurrida el 8 de febrero de 1928, llegó en el tren presidencial y se encerró con él cerca de tres horas. Versiones extendidas por los devotos cuentan que Calles sufría de lepra; otras decían que de sífilis. Lo cierto es que se trataba de una enfermedad en la piel que El Niño habría curado con un remedio a base de miel de abeja y, en agradecimiento, el mandatario le mandó una cama quirúrgica que, hasta la fecha, se conserva en el cuarto del taumaturgo. Este acontecimiento lo catapultó mediáticamente: periódicos de todo el país mandaron corresponsales para cubrir el fenómeno, incluso El New York Times de Estados Unidos.

Su fama se había arraigado gracias a curaciones insólitas y visualmente impactantes; personas que habían sido diagnosticadas con enfermedades consideradas incurables resultaban sanadas. Entre las múltiples prácticas que utilizaba para curar se encontraban: 

1.    Hidroterapia: bañaba a sus pacientes en un pozo de agua azufrosa.
2.    Telepatía: diagnosticaba males internos a simple vista, sin necesidad de radiografías.
3.    Kineterapia: columpiaba a paralíticos y mudos.
4.    Meloterapia: cantaba al curar.

Operaba tumores usando vidrios rotos como bisturí, sacaba muelas con pinzas eléctricas y amputaba miembros con serruchos.

Su labor despertó rencor entre los médicos de la región, quienes lo acusaron de charlatán y de lucrar con la fe de los ignorantes. Con el fin de documentar lo que sucedía, varios médicos de Monterrey se trasladaron a Espinazo, encabezados por el Dr. Francisco Vela González, vicepresidente del Consejo de Salubridad del Estado de Nuevo León, quien denunció que las prácticas del Niño Fidencio “constituían un peligro para los habitantes de las comunidades, poblados y municipios cercanos a Espinazo, siendo también inaceptable la insalubridad y promiscuidad en la cual se hacinaban enfermos de tuberculosis, lepra, cáncer y otras enfermedades”. A partir del 18 de enero de 1929 se inició un proceso judicial contra el curandero, que demandaba su aprehensión por violar las normas de salud, conflicto del que pudo salir airoso gracias a un amparo que promovió el 3 de febrero de ese mismo año. Las acusaciones no prosperaron porque nunca se asumió como médico y solo recibía donaciones.

Su influencia lo llevó a manipular la voluntad de los ciudadanos de su comunidad, evitando que el 28 de julio se instalaran las urnas electorales y actuando de una manera arbitraria. Ese día la ciudadanía debería de elegir a sus representantes para el Congreso local, teniendo dos opciones partidistas: el Partido Revolucionario de Nuevo León y el Partido Social Democrático.

Un rotativo local le dedicó un cuarto de columna a los hechos suscitados el día de la elección.  Según el diputado Facundo de la Garza, quien ese día se encontraba en el municipio de Mina, “los instaladores que se enviaron a Espinazo, donde aún permanece Fidencio Constantino, regresaron a Mina y dieron cuenta al alcalde 1º de que el célebre curandero, furiosamente, se había opuesto a la instalación de las casillas electorales”. Destacó que el también llamado Niño Fidencio tenía mucho poder, por lo que “no pudo ser contrarrestado por tres o cuatro individuos y, por tanto, los instaladores, como los representantes de los partidos contendientes, convencidos de que toda tentativa sería inútil, se regresaron a dar cuenta de su fracaso, haciendo entrega de las boletas y demás documentos, así como de las ánforas”.

Aclaró el legislador que alrededor de 300 individuos “que, en calidad de enfermos, rodean al Niño Fidencio, y todos ellos respaldaron la actitud del curandero”. Por si esto fuera poco para evidenciar su control personal en esta comunidad, tampoco permitió el establecimiento de una cantina: “se dio el caso de que el propio Fidencio se presentara en un tejaban donde un individuo tenía establecido un comercio de bebidas alcohólicas y personalmente destruyó cuanta botella encontró, y después, armado con un hacha, destruyó una pequeña refrigeradora que el propietario del negocio utilizaba para enfriar la cerveza”. Este día contrastó la figura de alguien que buscaba la sanación con la de otro que entorpecía la civilidad.

La vida y obra de Fidencio estuvieron ligados al dolor propio y ajeno, no es sorprendente que tras su muerte su figura fuera retomada como la de un ser milagroso que trascendió los límites entre el mundo espiritual y el mundo material para seguir sanando a la población doliente hasta nuestros días.

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