A partir de hoy, en esta columna haremos un análisis sistemático de las campañas electorales de Nuevo León. Además, tomaremos en cuenta la barra de programas televisivos en INFO7 para cotejar información y contrastar opiniones.
Seguir campañas electorales con imparcialidad y objetividad periodística no es fácil. Vivimos una atmósfera mediática asfixiada de fake news, deepfake y compra de votos. Las cosas como son.
Por supuesto está en juego la joya de la corona que es la alcaldía de Monterrey, pero también municipios estratégicos como Apodaca, Escobedo y Guadalupe, además del Congreso local, conformado por 42 diputados, que apunta a volverse guinda y naranja en la próxima legislatura.
Sin duda, el eje temático que plantea Mariana Rodríguez merece ser analizado a fondo. Con esa propuesta fresca arrancó su campaña electoral naranja para suceder al alcalde de su propio partido, Movimiento Ciudadano.
Adrián de la Garza, que encabeza una fórmula hasta hace poco inusitada entre el PRI y el PAN (rivales históricos) comenzó midiendo el terreno de una alianza que no deja de ser un experimento extraño: Fuerza y Corazón X Nuevo León (sic).
Apodaca también será un foco muy interesante que dará mucha miga para el debate. César Garza Arredondo arranca en la cresta de la ola y su desempeño como candidato joven es una plataforma inédita de la forma como encararán las nuevas generaciones las contiendas electorales.
Escobedo es bastión de Morena y no se perfila un candidato aguerrido que confronte al alcalde Andrés Mijes, pero esto apenas comienza. Y tendremos que subrayar la presencia arrolladora de Clara Luz Flores Carrales como candidata a diputada federal, con amplia experiencia irrebatible en los tres órdenes de gobierno en temas sociales y de seguridad pública.
La ventaja de Héctor García en Guadalupe pinta un escenario muy favorable para Movimiento Ciudadano pero habrá que seguirle el paso día tras día.
En fin, vienen semanas intensas, rudas en forma y fondo, y donde esperemos impere la cordura y las buenas maneras, al menos en la conducción de una civilidad electoral que mucha falta nos hace en todo el país para no poner en riesgo nuestra incipiente democracia. Judicializar la contienda electoral es politizar la justicia y eso mina la democracia. Por lo pronto, es momento de arrojar los dados sobre la mesa.