1. Si una conversación sube ligeramente de tono, y tu interlocutor te suelta un “con todo respeto”, añadiendo voz comedida y mirada cariñosa, habrá que prepararse para el trancazo: en el mejor de los casos cuestionará tus argumentos con otros que él considera más atingentes; en el peor de los escenarios no se ahorrará desde epítetos denotativos hasta sonoros insultos. Pero la advertencia introductoria ya lo puso a buen resguardo, pues por más que pueda lastimarte, así sea prolijo en improperios hacia tus ideas y tu persona… lo dice con todo respeto.
2. Así sucede en “las mañaneras” de Palacio Nacional. Desde hace más de cinco años se ha venido tratando, con todo respeto, obvio, a periodistas y científicos, a académicos y empresarios medianos, a padres de niños con cáncer y a mamás buscadoras. Inclusive, y cuando uno podría suponer que un gobierno autollamado de izquierda como el actual se referiría con mayor consideración a grupos que se identifican con ese giro ideológico, como ecologistas, feministas, colectivos LGTBIQ+ y hasta el EZLN, pues no. A ellos también se les ha denostado. Claro, con todo respeto.
3. Las dos muestras más recientes de estas sutilezas se dieron con el Poder Judicial y con la corresponsal de The New York Times, Natalie Kitroeff. En el primer caso, se recordó que, en el pasado reciente, y siempre con todo respeto, desde la Presidencia de la República se intervenía con indicaciones al entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el ministro Antonio Zaldívar. En el segundo, y también de manera respetuosa, se dio a conocer el teléfono personal de la periodista. No importó que en ambas situaciones se infrinja de manera flagrante la ley.
4. Y así, día a día desde esa tribuna, se falta al respeto a quien ose oponerse a los deseos presidenciales, utilizando desde ironías no tan finas, hasta vituperios que incitan a la violencia de sus seguidores en contra de los opositores al actual régimen. De acuerdo a un análisis independiente realizado por el Taller de Comunicación Política (TCP), a cargo del politólogo mexicano, Luis Estrada, el primer mandatario de nuestro país se decantó, desde 2018 hasta fines del año pasado, por 13 epítetos favoritos para denostar a sus adversarios.
5. Ellos son: “conservadores” (3,074 menciones), “neoliberales” (2,443), “corruptos” o “corruptazos” (761), “hipócritas” (193), “racistas” (163), “clasistas” (113), “aspiracionistas” (45), “deshonestos” (44), “rateros” (36), “sabiondos” (27), “ladinos” (13), “déspotas” (siete) y “simulados” (cinco veces). Estrada, sin embargo, no incluye en su estudio otras palabras peyorativas utilizadas con frecuencia desde ese espacio oficial, como “fantoches”, “sabelotodos”, “chayoteros”, “fifís”, “amarillistas”, “paleros”, “obnubilados”, y un respetuoso etcétera.
6. Adela Cortina, la excelente filósofa española, afirma: “La virtud suprema es el respeto activo de la dignidad, que asume la tolerancia, pero va más allá de ella, comprometiéndose a intentar no dañar, no romper el vínculo con las personas que tienen dignidad”. El clima beligerante y rijoso que permea en Palacio Nacional, extendido en millones de mensajes hirientes de un lado y del otro, y que se instalará, de seguro, en las campañas a iniciarse mañana, debería de ser considerado por quien lo genera, bajarle algunas rayitas, expresado este deseo… con todo respeto.
7. Cierre icónico. Pues ya no son sólo los obispos de Guerrero. También autoridades eclesiásticas de Coahuila, Querétaro, Michoacán y Estado de México se han encontrado con los capos del narco para solicitarles compasión hacia campesinos y pequeños comerciantes. El cardenal y obispo emérito de San Cristóbal de las Casas aclara el por qué de tales diálogos: “Los obispos intentamos hablar con esos líderes (del crimen organizado) porque no podemos quedarnos sólo en quejas y lamentos contra el gobierno, que no ha logrado pacificar el país”. Órale.
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