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Opinión

Destrozando la fe los unos con los otros

Espiritualidad

¿Es esto nuevo o simplemente somos más conscientes de ello? El odio y el desprecio están por todas partes. Están en nuestras casas de gobierno, en nuestras comunidades, en nuestras iglesias y en nuestras familias. Estamos luchando, en su mayor parte sin éxito, por ser civilizados unos con otros, y por respetarnos unos a otros. ¿Por qué? ¿Por qué sucede esto y se ha intensificado?
Además, en ambas partes, a menudo justificamos este odio con argumentos morales, incluso bíblicos, afirmando que el Evangelio mismo nos da motivos para nuestra falta de respeto: “¡Mi verdad es tan correcta y ustedes están tan equivocados que puedo faltarles el respeto y tengo razones bíblicas para odiarte!”.
Bueno, incluso una mirada superficial a las Escrituras debería ser suficiente para permitirnos ver esto tal como es; racionalización, interés propio y lo más alejado de Jesús. Comencemos con algo que ya se enseñó mucho antes de Jesús. En las Escrituras judías ya encontramos este texto: “Te he hecho despreciable y vil ante todo el pueblo, ya que no sigues mis caminos, sino que eres parcial en tus decisiones. ¿No tenemos todos un solo Padre? ¿No nos ha creado aquel único Dios? ¿Por qué destrozamos la fe unos con otros? (Malaquías 2,8-10).
Mucho antes de Jesús, la espiritualidad judía ya exigía que seamos justos y nunca mostremos parcialidad. Sin embargo, todavía nos dio permiso para odiar a nuestros enemigos y vengarnos cuando hemos sido agraviados –“ojo por ojo”.
Jesús le da la vuelta a esto. En todas partes de su persona y de sus enseñanzas, más explícitamente en el Sermón de la Montaña, nos desafía de una manera radicalmente nueva, diciéndonos que, si queremos ir al cielo, nuestra virtud debe ser más profunda que la de los Escribas y los Fariseos. ¿Cuál fue su virtud?
Los Escribas y Fariseos de su tiempo eran muy parecidos a los Cristianos de nuestro tiempo que asistían a la iglesia. Eran personas sinceras, esencialmente honestas, básicamente buenas, que guardaban los mandamientos y practicaban la justicia estricta. Pero, según Jesús, eso no es suficiente

¿Por qué? Si eres una persona sincera, honesta, que guarda los mandamientos y es justa con todos, ¿qué te falta todavía? Lo que todavía falta está en el corazón mismo de la enseñanza moral de Jesús; es decir, la práctica de un amor y un perdón que vayan más allá del odio y el agravio. ¿Qué es esto exactamente?

En justicia y equidad, todavía tienes derecho a odiar a alguien que te odia y a obtener una venganza apropiada sobre alguien que te ha hecho daño. Sin embargo, Jesús nos pide algo más: “Habéis oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en el cielo… Si amas a quienes te aman, ¿qué recompensa obtendrás? ¿No hacen eso incluso los recaudadores de impuestos? Y si saludas sólo a los tuyos, ¿qué haces más que los demás? ¿Ni siquiera los paganos hacen eso? Sed, pues, perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5, 43-48).

Ésta es la esencia misma de la moral cristiana. ¿Puedes amar a alguien que te odia? ¿Puedes hacerle el bien a alguien que te desea el mal? ¿Puedes perdonar a alguien que te ha hecho daño? ¿Puedes perdonar a un asesino? Es esto, y no alguna cuestión particular de teología moral, la que constituye la prueba de fuego para determinar quién es cristiano y quién no.

¿Puedes amar a alguien que te odia? ¿Puedes perdonar a alguien que te ha lastimado? ¿Podrás ir más allá de tu propensión natural a la venganza?

Lamentablemente, hoy estamos fallando esa prueba en ambos lados del espectro ideológico y religioso. Esto lo vemos en todas partes: desde los niveles más altos del gobierno, desde los altos niveles de nuestras iglesias y en el discurso público y privado de todas partes; es decir, personas que abrazan abiertamente la falta de respeto, la división, el odio y la venganza, –y tratan de reclamar la autoridad moral al hacer esto–.

Los políticos importantes hablan abierta y explícitamente de odiar a los demás y de vengarse de quienes se les oponen. Peor aún, iglesias y líderes eclesiales de todo tipo se están alineando detrás de ellos y dándoles apoyo “evangélico” por su adhesión al odio y la venganza.

Es necesario nombrarlo y cuestionarlo: cualquiera que defienda la división, la falta de respeto, el odio o la venganza es la antítesis de Jesús y los Evangelios. Además, cualquiera que apoye a esa persona apelando a Jesús, a los Evangelios o a la moral auténtica, es también la antítesis de Jesús y los Evangelios.

Dios es amor. Jesús es el amor hecho carne. La falta de respeto, el odio, la división y la venganza nunca deben predicarse en el nombre de Dios o de Jesús, sin importar la causa, sin importar la ira, sin importar el mal.

Esto no significa que no podamos tener desacuerdos, discusiones animadas y debates amargos. Pero la falta de respeto, el odio, la división y la venganza (no importa cuán profundamente puedan sentirse dentro de nosotros) no pueden ser defendidas en el nombre de la bondad y de Jesús. La división, la falta de respeto, el odio y la venganza son el Anticristo.

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